Por: Antonio Cruz Coutiño
Aunque
mis padres deseaban que yo fuese cura… al terminar el primero de Prepa hui del
seminario. Leí las novelas de la Revolución de Mariano Azuela, todos los textos
y gráficos de Rius, y el Manifiesto
del Partido Comunista de Marx y Engels. Tiempo después pasé el examen
para estudiar Sociología en la Facultad de Ciencias Sociales en San Cristóbal.
Ahí leímos extensamente y a mayor detalle a los anteriores, aunque también a
Comte, Durheim, Max Weber y tantos otros. Nos volvimos críticos, inconformes y
hasta ateos. “Izquierdosos”, “gente de izquierda” y “revoltosos” nos llamaron.
Por eso
nos interesamos en la historia universal y de forma particular en la de México
y Centroamérica, incluida en ella la de Chiapas. Supimos de los Carranclanes
bandidos, de la contrarrevolución de los mapaches, de la formación del Partido
Socialista en el Soconusco y del primer movimiento social contestatario, el de
los Pollinos liderados por Artemio Rojas Mandujano. Supimos de la resistencia
de los finqueros a la Reforma Agraria cardenista, de la lentísima formación de
los ejidos y reconocimiento a los bienes comunales, y del histórico Congreso
Indígena de 1974, convocado por la Diócesis de San Cristóbal, regida por su
obispo Samuel Ruiz García.