Por: Antonio Cruz Coutiño
Aunque
mis padres deseaban que yo fuese cura… al terminar el primero de Prepa hui del
seminario. Leí las novelas de la Revolución de Mariano Azuela, todos los textos
y gráficos de Rius, y el Manifiesto
del Partido Comunista de Marx y Engels. Tiempo después pasé el examen
para estudiar Sociología en la Facultad de Ciencias Sociales en San Cristóbal.
Ahí leímos extensamente y a mayor detalle a los anteriores, aunque también a
Comte, Durheim, Max Weber y tantos otros. Nos volvimos críticos, inconformes y
hasta ateos. “Izquierdosos”, “gente de izquierda” y “revoltosos” nos llamaron.
Por eso
nos interesamos en la historia universal y de forma particular en la de México
y Centroamérica, incluida en ella la de Chiapas. Supimos de los Carranclanes
bandidos, de la contrarrevolución de los mapaches, de la formación del Partido
Socialista en el Soconusco y del primer movimiento social contestatario, el de
los Pollinos liderados por Artemio Rojas Mandujano. Supimos de la resistencia
de los finqueros a la Reforma Agraria cardenista, de la lentísima formación de
los ejidos y reconocimiento a los bienes comunales, y del histórico Congreso
Indígena de 1974, convocado por la Diócesis de San Cristóbal, regida por su
obispo Samuel Ruiz García.
Desde
ahí, desde esa condición, varios de los de la generación de 1960, más
“anticipados y remisos” —años siguientes pero sobretodo anteriores— fuimos
actores o testigos del ascenso de los movimientos campesinos, estudiantiles y
urbano-populares y de las luchas del magisterio, médicos y enfermeras. Remember: paracaidismo
en Las Granjas, Tuxtla Gutiérrez 1981, quema de autobuses, encarcelamiento y
muertes.
Tiempo
después, a finales de los setenta y principios de los ochenta, iniciamos o
formamos parte de organizaciones sociales y de las pioneras ONGs. Somos
estremecidos por la Matanza de Golonchán en 1980 y el incendio de casas en
Chalchihuitán, apogeo del gobernador Juan Sabines, y sabemos de los esfuerzos
solidarios de la iglesia, el INI, la COMAR y diversos organismos que ayudaban
en la frontera y la selva, a los desplazados, refugiados y en general a los
revolucionarios guatemaltecos, diversas ONGs a las que se adhieren tantos. Pero
además, durante esos años seguimos las acciones agraristas del Sindicato
Independiente de Jornaleros Agrícolas en El Bosque, Simojovel y Huitiupán; la
formación de CIOAC, CNPA, OCEZ, Línea Proletaria y ARIC Unión de Uniones, entre
otras.
La
Universidad de Chiapas (Ciencias Sociales, Humanidades, Arquitectura y otros
planteles) continúa su trayectoria social, igual que las escuelas normales
rurales; algunas regiones avanzan políticamente más que otras, aunque… lo nodal
es que a finales de los años ochenta, Chiapas es un hervidero: pobreza y
morbilidad extremas, inconformidad más que evidente, represión brutal,
corporativa; movimientos sociales, activos todos los partidos de la izquierda
mexicana (PMT, PRT, PSUM, PST, PFCRN), algunas alcaldías gobernadas desde la
oposición, evidente formación de la guerrilla en la montaña, e irrupción formal
del EZLN en 1994.
Por ello hoy, ahora —luego de los ensayos de
los gobiernos oposicionistas en municipios, estados, la ciudad de México y el
propio gobierno de Pablo Salazar en Chiapas—, quienes venimos del pensamiento
social y de la izquierda política, deberíamos congratularnos ante la
posibilidad de ver concretados nuestros ideales; nuestros sueños e ilusiones. E
incluso sentirnos parte de la transformación por venir, aunque no sólo eso sino
involucrarnos, participar, coadyuvar en la concreción de los nuevos gobiernos
ahora en ciernes, tal como hicimos activamente en los orígenes de toda esta
gesta social, hazaña punzante, expresada hoy por medios pacíficos, cívicos,
democráticos… mediante las urnas.
En
defensa de tal proyecto sin embargo, es justo señalar lo evidente: que hay
indefiniciones, titubeos y conductas grises en la actitud de quienes dirigen
estos procesos en el ámbito nacional, en varios estados y en Chiapas
específicamente, aunque todos estos procederes son absolutamente comprensibles,
a la luz del horizonte incierto y la experiencia inédita; la posibilidad de
algún estremecimiento en el contexto político nacional.
Esto
es, que el pensamiento conservador, la iglesia y la educación de los ricos, la
vieja élite política y, para ir a la esencia de la cuestión: los grandes
empresarios, los dueños del capital y de los medios de comunicación todos…
todos ellos no están cruzados de brazos: viven, actúan, tienen perfecta salud e
inteligencia. Manejan empleo, inversiones, bancos, transporte y comunicaciones
entre otros; todos factores estratégicos sensibles.
Están
nerviosos e hiperactivos, en especial desde el veredicto de las urnas del uno
de julio, ante los 30.3 millones de mexicanos que votamos por Andrés Manuel, 54
por ciento de los sufragios. En otras palabras: el viejo régimen actúa en
franca apuesta, en contra de las ideas y proyectos del nuevo gobierno. Y es
natural que ello suceda, que desee perjudicarlo, pues lo que está en juego es
la vía tradicional de su opulencia y enriquecimiento desde el Estado:
prebendas, privilegios, contratos a modo, tráfico de relaciones, corrupción e
impunidad.
Razón de más, nuevamente, para dar a los
actores cruciales de esta historia —que es a final de cuentas nuestra propia Historia, la de
la izquierda local y nacional— el “beneficio de la duda”. En otras palabras:
aportar a este proyecto nacional (no el más puro ni el más avanzado social o
intelectualmente, sino el que finalmente arriba al Palacio Nacional) todas
nuestras luces, habilidades e inteligencia: ideas, propuestas, opiniones,
confianza activa aunque crítica y observante, e incluso alguna porción de
activismo.
Bien es
cierto, sin embargo, que duele en el alma que quienes llegan al poder del
Estado, junto con Andrés Manuel, Morena y Rutilio en el caso de Chiapas, sean
liderzuelos, politiquillos, tránsfugas, indecentes e impresentables; personajes
del viejo régimen y miembros de la élite política tradicional. No quienes se
fletaron durante la ardua y larga marcha de la construcción organizacional
aludida. No obstante, justo es reconocer también que Estado y gobierno son
ámbitos de la política y, desafortunadamente, políticos profesionales y
burocracia eficaz son imprescindibles en la operación y el día a día de
cualquier gobierno.
Pero
además, debemos asumir que los referentes, las ideas y el liderazgo que hoy
accede al poder desde la izquierda, no se hace en función de un proyecto
personal, familiar, ideológico, de facción o de partido, sino desde una
auténtica perspectiva de pueblo y cultura, de nación y Estado. De ahí las
referencias a los tres hitos transformadores de México: Independencia, Reforma
y Revolución, y a sus personajes épicos: Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero,
Zapata y Cárdenas.
Ya la
historia se encargará de juzgar a quienes desde la década de los noventa e
incluso hoy, penetran vergonzosamente a la izquierda desde el gobierno y los
partidos tradicionales. Quienes ante la transformación de los movimientos
político-sociales en auténticas fuentes de poder —verdaderas vías de acceso al
poder del Estado— adulteran y mediatizan a la izquierda. Llámense
“fundaciones”, partidos, regidores, síndicos, ediles, diputados, senadores o
gobernadores. Y más aún, quienes desde la propia izquierda desnaturalizaron y
corrompieron a organizaciones, conductores y dirigentes.
La
historia, su conciencia, y el desprestigio de sus familias y adeptos, tendrán
la última palabra.
De nuestra parte, desde la izquierda, desde
nuestra tradicional oposición al statu
quo y al viejo régimen; desde nuestras antiguas reivindicaciones
económicas, sociales y culturales, debemos mantenernos pendientes, emplazados y
alertas. Apoyar desinteresadamente a los nuevos gobiernos, si bien poniendo por
delante la eliminación de los “cánceres que corroen a la nación”, vieja demanda
de la izquierda político-social:
1. No
a negligencia, ineptitud, e ineficiencia, 2. No al derroche y a la corrupción, 3. No
al autoritarismo gubernamental, 4. No a la violación de los derechos
humanos, 5. No a la arbitrariedad y a la impunidad, 6. No a
la colusión criminal del propio Estado, como en el caso del poder judicial, 7. No
a la simulación y al patrimonialismo de funcionarios, representantes y
magistrados, 8. No la educación de ínfima calidad.
Debemos
impulsar desde nuestras familias, vecinos, amigos y compañeros de trabajo, la
democratización de la vida pública nacional, tal como afirma la oposición desde
los años setenta. La democratización de los puestos de representación política,
desde abajo; desde los sindicatos, organizaciones populares, asociaciones
culturales, universidades, ejidos, bienes comunales, juntas de barrio,
mercados, cooperativas y Ayuntamientos.
Aunque
en paralelo, desde la izquierda debemos promover la formación de nuevas
ciudadanías, la incorporación del ciudadano razo, del pueblo general, a
las labores de gobernanza. Esto es: supervisión, seguimiento y control de las
inversiones en infraestructura y servicios, y de las actuaciones del propio
aparato gubernamental.
Estimular
la instrucción, profesionalización, concurso y competencia en los ámbitos de la
burocracia, en los diversos niveles de la educación pública, en la atención de
la salud y demás servicios, al igual que pugnar por la mejora significativa del
salario general, profesional, del campo y de la ciudad.
Promover
la eliminación del fraude, la evasión fiscal y el trato preferencial, discrecional,
a magnates, bancos y grandes empresas. Impulsar austeridad dentro del gobierno,
para aplicar al máximo inversiones en infraestructura productiva,
comunicacional y en servicios públicos. Y mantenernos alertas respecto de
becas, pensiones, subsidios y demás transferencias gubernamentales, para
garantizar su aplicación razonable y escrupulosa.
Por lo
demás, tres asuntos fundamentales de la identidad político-social de la
izquierda deberían considerarse dentro de las acciones del nuevo gobierno:
1. La
elaboración y difusión de las biografías de las organizaciones y personajes
notables de este proceso: dirigentes sociales, locales, regionales, hombres y
mujeres; encarcelados, perseguidos y asesinados. Hace falta aún este recuento,
para la preservación de la memoria colectiva y de la historia más reciente.
2. La
fundación del Museo Nacional (regional o estatal) de la Memoria Social, de la
izquierda, de la insurgencia o de las reivindicaciones sociales, y junto a él
la edificación de un memorial arquitectónico para preservar el
nombre y trayectoria de tantísimos actores sociales, y
3. La
aplicación de una campaña de desagravio y compensación económica a las familias
de los caídos durante el largo proceso, e igual de divulgación-sensibilización
sobre los fundamentos filosóficos de la izquierda, el liberalismo social y las
libertades públicas.
Finalmente,
de acuerdo con nuestros principios y convicciones, debemos sugerir juicio y
castigo a los gobernantes Sabines Guerrero y Velasco Coello, quienes durante
los últimos doce años, pervirtieron la vida pública, denigraron el nombre de
Chiapas, dilapidaron su hacienda y dañaron terriblemente la autoestima de las
comunidades.
Sugerir
asimismo, la incorporación de las experiencias de buen gobierno construidas
desde la izquierda, a lo largo de esta historia, e igual, exigir el
desmantelamiento desde el Estado, del sistema clientelar corrupto y
antidemocrático, proveedor de votos espurios. Frenar ahora igualmente, a
lidercillos locales y a neococaciques mafiosos y criminales, aunque mejor: en
cuanto sea posible, limpiar de esta basura el paisaje político estatal.
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