Por: Carlos Moran
Al amigo Juan Carlos Calderón, en ocasión de su cumpleaños.
Tal vez usted y yo nacimos en una época en la que todos crecimos en una misma casa, nuestros padres no se abandonaban y, el rey león, no se olvidaba del nido.
Somos hijos de esas mujeres estoicas que tuvieron valor para soportar incluso, la segunda casa, donde estaban los bastarditos, o sea, los hijos del padre con “otra”, que no eran, por un poquito de esperma, hermanos nuestros.
Nacimos en esos hogares en donde a pesar de que “podían”, no daban ni cumplían capricho alguno solo porque nos pudiéramos enfermar de tristeza.
Esa vida nos convertía al llegar a la edad adulta, en “AGRADECIDOS” y agradecíamos cualquier cosa nueva que nos compraban, porque ocurría una o dos veces al año.
El control de la natalidad llegó después no justamente para mejorar la vida, sino para liberar a nuestras madres de ese peso de educar a seis hijos y ser la responsable aun de la honra de las hembritas-
No olvidemos que en nuestra época si “Lilianita” salía con “su domingo 7”, la mirada y todo era en contra de la madre o si el muchachito andaba de vago y sacaba malas notas, la culpa era de la madre también.
Pero también la modernidad permitió a las mujeres dejar de estar entre la espada y la pared, y tener como “marido”, al esposo de otra. Hoy simplemente gozan destruyendo hogares y disfrutando esposos ajenos. Vaya, pasatiempo de esta nueva era.
Si hubiéramos nacido en la era de hoy, nos hubieran dado todo sin merecerlo, traeríamos en la mochila un Iphone 16, para que no fuéramos objeto de bulín por nuestros compañeritos de hijos de Maciel.
No olviden que, nosotros recibíamos un premio o se nos compraba algo, si cumplíamos con buenas notas en el colegio o, simplemente, porque era necesario, urgente, pero, tener 7 años y media docena de tenis en el closet, es un acto bárbaro.
Por eso, esta generación de la nueva era, no toda, pero es ingrata, porque han tenido todo sin merecerlo; por lo mismo, son infelices, por lo mismo terminan usando drogas, cometen y beben en exceso; no le encuentran sentido a la vida.
La generación de hoy viene creciendo a velocidad vertiginosa, y en su desarrollo, van perdiendo valores, principios, pero es mejor así, duele menos y se vive mejor, según los padres e incluso ellos, que no saben a dónde van…
Le llaman la generación de cristal, no se si por el estupefaciente o para que el sobrenombre se lea elegante. Es una generación que tiene todo, y todo es todo, por eso no todos los finales son iguales, todavía se salvan algunos que, por amor a sus padres, o a la madre, mejor dicho, hacen la diferencia.
Y es que el amor a la madre es único y autentico, el del padre y por un poquito de semen, no es suficiente para tenerlo en un pedestal. Por eso cuando el padre falla o lastima a la madre, los hijos de inmediato, lo ponen en el sitio que le corresponde; en el último lugar de los amores.
Claro que, si el padre tiene plata, hay que fingir que sigue siendo para nosotros “el rey león”, porque vale por lo que tiene.
Esta generación, ojalá que logre valorar el amor a la madre y sepa que, padre, en cualquier cantina lo encontramos y madre, no.
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