‣Millones
de mexicanos no saldrán de la pobreza ni “sembrando vida” ni “haciendo hoyitos
de esperanza”
Al hablar sobre el anuncio, de parte del
gobierno federal, del proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación, en
concreto del agro nacional, Rafael García del Horno, secretario de Finanzas de la
Fundación Mejoremos el Campo y líder agrario de Guanajuato, opinó que en los
tiempos actuales las relaciones de apoyo al campo entre instituciones
gubernamentales y los campesinos (no se reconocen organizaciones rurales)
empeoraron.
Las condiciones económicas y sociales de
los productores del campo mexicano se han mantenido en la marginalidad desde el
movimiento de Independencia hasta el presente, sin que el “hasta” sea un
límite, porque las cosas pueden empeorar.
Mencionó que, en los últimos 30 años, los
funcionarios y conciliadores en el diseño de programas, leyes, presupuestos y estructuras
gubernamentales, han ideado la premisa de “dar al campo un dulce, para que los
campesinos se entretengan”.
Para no retroceder a los tiempos que
duraron siglos por la Independencia, después la Reforma Juarista y, sobre todo,
de la Revolución Mexicana, que realmente transformaron al país y dejaron
enseñanzas para la posteridad, podemos afirmar que el campo mexicano ha
permanecido rezagado del desarrollo respecto de los otros sectores económicos,
como son la industria y los servicios.
Por tercera ocasión en el gobierno de
Andrés Manuel López Obrador, se envía al Congreso un proyecto de presupuesto
para impulsar al campo, totalmente disminuido y, para colmo, con reducción de
varias instituciones y cerca de 20 programas fundamentales para el sector.
En dos años de gobierno, da la impresión
de que el campo es “atendido con desdén y en algunos casos con odio”, dijo
García del Horno. El anteproyecto de presupuesto para 2021, es menor, en
términos reales, al ejercido en 2019 y 2020. ¡Vaya!, no se consideró ni
siquiera el índice inflacionario, el cual dicen que anda en 3.5 o 4 por ciento
anual.
Desde el inicio de la presente
administración, se ordenó un recorte de la administración pública, que había
costado miles de millones de pesos y mucho tiempo, eso sí, de transformación.
Desaparecieron las Delegaciones Estatales de todas las dependencias. En el caso
de la Secretaría de Agricultura, eso ocurrió también con los Distritos para el
Desarrollo Rural, los Centros de Apoyo, los centros de investigación agrícola,
ganadera, forestal y otras dependencias de apoyo al agro.
Señaló que, nadie se explica por qué un
sector rural depauperado históricamente, explotado por los demás sectores
económicos, donde la aportación al Producto Interno Bruto sólo ha llegado al 8
por ciento, mientras que los cálculos para este mismo año, indican que podría llegar
solamente al 4 por ciento del PIB, esté tan abandonado y dejado a su suerte.
El gobierno federal lo mantiene en el
abandono, sin que nadie niegue que la población rural enfrenta serios problemas
en varias materias: desnutrición, bajo poder adquisitivo, desempleo, educación
rezagada y otras deficiencias que son del dominio público.
La productividad en granos básicos ha
permanecido estática por lo menos en los últimos 50 años. Los números
deficitarios en producción de maíz, frijol, trigo y arroz, además de soya, “se
compensan” con crecientes importaciones, hasta llegar a una demanda nacional de
estos productos por arriba de los índices que la ONU y la FAO en particular,
recomiendan en materia alimentaria. No debe pasar del 25 por ciento, pero ya
andamos en poco más del 45 por ciento.
Del total de la población nacional,
alrededor del 25 por ciento está considerada como población rural; esto
equivale a unos 32 millones de habitantes; el resto es urbana o semi-urbana, indicó
el líder campesino.
El índice entre población rural y
urbana, se ha mantenido por más de 30 años. ¿Por qué? Podría pensarse que por
el control de natalidad. No. La razón es la grave emigración hacia las ciudades
del país o, de plano, al extranjero. Millones de connacionales se ven en la
necesidad de buscar fuera lo que no encuentran en su país: oportunidades de
trabajo. Ni “sembrando vida” ni “haciendo hoyitos de esperanza”, saldrán de la
pobreza.
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