Con la complicidad y traición de
Enrique Peña Nieto, el gobernador Manuel Velasco Coello ya pactó con Andrés
Manuel López Obrador la gubernatura de Chiapas para el PVEM a cambio de las dos
senadurías, nueve diputaciones federales, seis diputaciones locales y las
alcaldías de Tuxtla y Tapachula para MORENA.
A eso vino López Obrador y a eso
ha venido a Chiapas, a ratificar los acuerdos que trae con Manuel Velasco desde
que empezó su gobierno, de donde corren los cientos de millones de pesos para
financiar las actividades de MORENA y, de paso, enriquecer a Pío López Obrador.
Bajo ese acuerdo, las dos
senadurías que corresponden al Partido Verde Ecologista de México no registró
candidatos reales ni hacen campaña, lo mismo pasa con nueve diputaciones
federales que permanecen prácticamente acéfalas, con personas registradas pero
que tampoco hacen campaña.
Los únicos distritos federales
que tienen candidato y hacen campaña son Comitán, Villaflores, Tonalá y
Huixtla. El resto de distritos, Palenque, San Cristóbal de Las Casas, Bochil,
Pichucalco, Tapachula, los dos de Tuxtla Gutiérrez, Ocosingo y Las Margaritas
no hay candidatos por parte de la alianza PRI-PVEM-PANAL y los candidatos de
MORENA hacen campaña en solitario.
Tiene razón el ex gobernador
Pablo Salazar Mendiguchía cuando dice que Andrés Manuel López Obrador, con más
de 50 por ciento en las encuestas, no tiene necesidad de pactar nada con Manuel
Velasco ni mucho menos de cederle las candidaturas a gente de su partido el
PVEM y desplazar a los verdaderos y auténticos militantes de MORENA.
La única razón que justifica
este pacto es el dinero y la labia y capacidad de seducción de Manuel Velasco,
tanto que logró embobar a Peña Nieto y a López Obrador al mismo tiempo, en su
estrategia para salvar el pellejo y no acabar en la cárcel si llega a ganar el
candidato del PRI, Roberto Albores Gleason, a quien ha tratado de cerrarle el
paso mediante toda argucia política y legal.
Queda claro que Eduardo Ramírez
Aguilar, Rutilio Escandón Cadenas y José Antonio Aguilar Bodegas sólo han sido
utilizados por Manuel Velasco y son instrumento para socavar al priísta que,
paradójicamente, se ha convertido en el único candidato de oposición que ha
puesto sobre la mesa el castigo a la corrupción del actual gobierno.
Ahora la apuesta total de Manuel
Velasco es Fernando Castellanos Cal y Mayor, a quien ve como su hijo político y
piensa, como creía Pablo Salazar de Juan Sabines, que le cuidará la espalda y
protegerá de la cárcel, pero se olvida que todos los agravios y humillaciones
que ha tenido con el candidato del PVEM son peores que los que Pablo cometió
con Sabines y fueron el detonante para que Sabines metiera a la cárcel a su
antecesor.
El final de esta historia es
previsible: Manuel Velasco quedará entrampado y su único destino será El Amate
o convertirse en prófugo de la justicia.
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