15 Mayo, 2017
El accidentado informe de Roberto
Albores Gleason en el estadio del recién descendido Jaguares ha dibujado el
escenario para la elección a gobernador en el 2018.
Un Albores Gleason debilitado, como
quedó después de los tropiezos de no llenar el Estadio Zoque pese al acarreo de
beneficiarias de Prospera, es incapaz de forzar a una alianza de su partido con
el Verde, Mover a Chiapas o Chiapas Unido.
Y el PRI (429 mil 969 votos en
2015) en solitario no tiene posibilidad alguna de que ganar la gubernatura de
Chiapas, pues alcanzaría, si acaso, unos 500 mil votos, cuando el candidato
triunfante deberá sumar al menos 700 mil sufragios.
Su candidatura en el PRI, tampoco
es segura, al emerger francotiradores de todos los costados que cuestionan su
liderazgo y lo culpan de haber acabado con la antigua unidad tricolor. Lo más
probable, sin embargo, es que logre postularse como candidato, un candidato
comparsa, desde luego. Otro tropiezo sería bien capitalizado por el siempre
incombustible José Antonio Aguilar Bodegas.
El gran beneficiario de la lucha de
feudos en el PRI es Eduardo Ramírez Aguilar quien se perfila para encabezar una
alianza de partidos en busca de la gubernatura por Chiapas, y en esa alianza,
no se puede descartar que sume al tricolor.
Aun cuando eso no sucediera, le
sería suficiente contar con el apoyo del PVEM (701 mil 324 votos en 2015),
Mover a Chiapas (181,021), Chiapas Unido (212, 365), y posiblemente, del PAN
(120,673) y del PRD (117,715), que aunque suman pocos votos, le permitirían
presentarse como un candidato diferente a la clase política banal impulsada por
el Verde.
ERA, como le dicen al heredero
natural de Manuel Velasco, deberá cometer varios errores, tan mayúsculos como
los de Albores Gleason, para bajarse de ese caballo ganador con el que cabalga
hacia el 2018.
Por lo pronto, para que no se le
vincule solo al Verde, promueve Jaguar Negro, una fundación que violenta la
reglamentación actual del proceso electoral, debido a que no está registrada
ante el Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana de Chiapas.
Morena (114 mil 74 votos en 2015)
podría convertirse en un partido desestabilizar del actual ecosistema político
chiapaneco, pero debe apostar por un buen candidato y construir estructuras
municipales y regionales, hoy inexistentes.
Lo cómodo para el gobernador Manuel
Velasco Coello sería que ocupara la candidatura uno de sus allegados, como
Rutilio Escandón Cadenas, ya que la unción de Zoé Robledo o Luis Armando Melgar
desorganizaría un tanto sus planes, porque se enfrentaría a lo inesperado, con
un crecimiento factible de Andrés Manuel López Obrador.
Francisco Rojas Toledo tiene muy
acotado su territorio a Tuxtla y su popularidad no se multiplica a otros
municipios chiapanecos. Si Paco decide lanzarse a la presidencia se le vería
casi como una reparación a sus derechos después del robo que sufrió en las
elecciones de 2015. Extrapolar la simpatía tuxtleca a zonas rurales, en donde
el voto se disputa bajo otros intereses y condiciones, será un ejercicio de
derrota anticipada.
En un Chiapas que requiere de
grupos que promuevan, vigilen y contabilicen el voto, las candidaturas independientes
no son viables, aun cuando contienda Rómulo Farrera, el empresario que domina
las preferencias electorales para la gubernatura en Tuxtla Gutiérrez, en donde
es conocido, pero no en el territorio del Chiapas profundo.
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