La Jornada: La derrota cultural
Por: Fabrizio Mejía Madrid*
Carlos Monsiváis definió a la
derecha mexicana como aquellos que no están en contra de las libertades sino de
su ejercicio. En estos días, en el centro de la Ciudad de México, bajo las
siglas FRENA, los oímos a veces gritar contra el comunismo y la dictadura, y
las más, hincarse para rezar. Son noticiosos en la medida en que carecen de
peso político, y parecen tan ajenos al proceso democrático porque cargan en sus
hombros con una derrota cultural. Ésta tiene un tronco común.
En 1964, el ex presidente
Miguel Alemán funda el Frente Cívico Mexicano de Afirmación Revolucionaria para
oponerse al Movimiento de Liberación Nacional, de Lázaro Cárdenas. Trata de
darle contenido a la consigna de la derecha: Catolicismo sí, comunismo no,
inventada por el padre Pedro Velázquez en abril de 1961. Junto con los
empresarios de Puebla, Monterrey y el Distrito Federal, el Partido Acción
Nacional y lo que queda de los cristeros, la Unión Nacional Sinarquista, la
idea es nombrar como comunismo a los libros de texto gratuitos que reparte la
SEP en las escuelas, y ejercer un veto sobre el lenguaje, los usos del cuerpo,
las imágenes en el cine y la televisión.
Se le suman otros grupos, como la Legión Mexicana de la Decencia, de
Gómez Mont y Núñez Prida, y empresas como la Coca-cola. El Frente de Alemán
acabará por ser el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios y sus bases
alimentarán la idea de que ser católico es la única forma de ser mexicano, que
la única libertad es la de las empresas, y que los demás deben hablar, vestir,
mirar y ayuntarse como ellos dicen. Pierden las batallas cotidianas contra la
secularización, la apertura de los gustos y, al final, contra la democracia
como igualdad. Pero ganan en la representación de las élites a las que aspiran:
egresadas de universidades privadas y convencidas de que ninguno de sus
privilegios y prejuicios podría, ya no ser disputado, sino siquiera enunciado.