‣Auge
de la investigación agrícola en México, en las de décadas de 1960 y 1970
Agricultores del estado de Guanajuato,
en las décadas de 1960 y 1970, ganaban concursos de alta productividad
particularmente en trigo, cebada y otros granos como sorgo y frijol; en
hortalizas y legumbres, generalmente ocupaban los primeros lugares.
“En la actualidad esos concursos
desaparecieron y quedo roto el interés de pequeños, medianos y grandes
productores por ganar la competencia entre agricultores de la misma región y
también medir fuerzas con los de otros estados”, señaló el dirigente de la Liga
de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de Guanajuato, Rafael García
del Horno.
“En las últimas tres décadas, dijo, los
índices de productividad agrícola no han crecido en la misma proporción
respecto del incremento anual de la demanda nacional de alimentos”, dijo el
dirigente cenecista.
La investigación agrícola pasó a un segundo
y tercer término en la búsqueda de nuevas variedades de semillas con
características de alta productividad y tolerancia a plagas y enfermedades, a
pesar de que en México se había distinguido por ser pionero en cuanto a
liberación de semillas de trigo, con resultados reconocidos a nivel mundial.
Cuando el Doctor Norman Borlaug llegó a
México, en 1958, como representante en jefe de la Fundación Rockefeller, se
encontró con un grupo muy selecto de investigadores mexicanos, egresados de las
universidades de Chapingo y Antonio Narro de Saltillo, en diferentes
especialidades: en genética vegetal (no aparecían aún los transgénicos)
fitomejoradores, parasitólogos, control biológico de plagas a través de uso de
enemigos naturales de insectos nocivos, entre otros.
Las semillas que surgían de los campos
experimentales de las regiones Noroeste y del centro de la República, “no solo
tenían características de llenar los estómagos de los consumidores, sino que
eran altamente nutritivas”. Para eso existía el Laboratorio de Farinología en
la Universidad de Chapingo, a cargo del excelente maestro y doctor Federico
Castilla Chacón, recordó García del Horno.
En los últimos años el gobierno de
México ha considerado que la investigación agrícola no es necesaria, porque se
tienen que importar cereales como maíz, trigo, arroz, frijol, sorgo y soya, así
como otros alimentos del campo como papa, de la cual nuestro país, por muchos
años, mantuvo autosuficiencia.
En Guanajuato se requiere aumentar las
áreas de cultivo, tanto de riego como de temporal, añadió el líder campesino.
El futuro de la agricultura está en introducir lo que se llama ‘agricultura
controlada’.
Si a cada pequeño productor se le dan
las condiciones para sembrar una superficie mínima de mil metros cuadrados en
invernadero, con una perspectiva de aumentar gradualmente esta pequeña
superficie, y el resto de la parcela dedicarlo a cultivos tradicionales, otro
sería el futuro de los campesinos, quienes encontrarían motivos para evitar la
emigración para emplearse como “braceros” en Estados Unidos.
Para esta nueva forma de hacer producir
la tierra, se requiere de la solidaridad de quienes cuentan con esquemas de
riego, o buscar la forma de captar agua de lluvia, la cual normalmente se
pierde por la falta de obras de captación.
Para concretar estos propósitos, dijo
García del Horno, se requiere de la voluntad política y el apoyo incondicional
del Gobierno Federal, de los Gobiernos Estatales y Municipales.
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