*Por
Renato Consuegra
Ciudad de México, a 23 de Agosto
de 2018.- Si el grupo Atlacomulco ha disfrutado de toda la riqueza económica,
política y social del Estado de México durante décadas, y con él se convirtió
en un brazo del poder político nacional para unas cuantas familias vinculadas
entre sí, al grado de que tres diferentes generaciones de una sola han
saboreado las mieles del poder, los Del Mazo, lógico era que no iban a soltarlo
así se los hayan arrebatado a golpe de votos. Primero entregaron al resto del
país que el famoso Edomex.
El espectáculo de este lunes 20
de agosto así lo demuestra. Un Andrés Manuel López Obrador, empoderado como
nunca, en su propia cara le dijo a Enrique Peña Nieto que su “reforma
educativa” es la primera de sus reformas estructurales que se va a la picota. Y
en otro escenario, Elba Esther Gordillo aparecía por primera ocasión en público
tras cuatro años y medio de detención, sometida a un proceso judicial.
En otras A Vuelapluma mencioné
que la detención de Gordillo fue, no porque se constituyera como un dique para
la reforma educativa o por su corrupción —que debió ser así—, sino una acción
dentro de la lucha de poder político porque el gran poder de quién se convirtió
en la cacique del magisterio mexicano, pudo descarrilar la candidatura
presidencial de Peña Nieto y la debacle del Grupo Atlacomulco desde 6 años
atrás.
Palabras más, palabras menos,
expresé en esta columna cómo Elba Esther Gordillo fue tejiendo una red
político-electoral a través del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación que en 2006 se alió con Felipe Calderón para llevar al poder al
panista michoacano, quien a cambio le entregó la administración de la Lotería
Nacional y el ISSSTE, entre otros.
La Maestra operó entonces
elecciones estatales donde miembros del PRI se encumbraron bajo las siglas de
las alianzas PAN-PRD —y en algunos estados MC—, por ella promovidas con el
apoyo del entonces presidente Calderón, como ocurrió en Oaxaca y Sinaloa en
2010, donde llegaron Gabino Cué y Mario López Valdez, así como en Guerrero y
Puebla en 2011 cuando triunfaron Ángel Heladio Aguirre Rivero y Rafael Moreno
Valle Rosas, respectivamente.
Además de esos cuatro estados,
la intención era apoderarse del Estado de México para desde allí ser la gran
electora y llevar a la presidencia a López Obrador o Marcelo Ebrard. Para 2011 el
Grupo Atlacomulco pretendía imponer a Alfredo del Mazo Maza, pero Erubiel Ávila
traía fuerza y también quería gobernar, por lo que inició pláticas para
abanderar a la alianza PAN-PRD, lo cual puso nerviosos a los atlacomulquenses
dueños del poder de la entidad que más votos genera.
Así que ante la emergencia hubo
una operación múltiple del grupo Atlacomulco. En Gobernación, Fernando Gómez
Mont, secretario de Gobernación y socio del posteriormente secuestrado Diego
Fernández de Cevallos, firmó el pacto antialianza en el Estado de México. A
Elba Esther Gordillo le ofrecieron la dirigencia del PRI para su aliado
Humberto Moreira y postergaron un sexenio la llegada de Del Mazo Maza.
La narrativa de los tres
párrafos anteriores fue el verdadero motivo de la encarcelación de Elba Esther
Gordillo, porque con un Estado de México en manos de otro grupo que no fuera el
Atlacomulco —como así sucedió por primera ocasión, pero con el ecatepense Ávila
acotado de todo movimiento político—, la candidatura de Peña Nieto simplemente
no hubiera caminado y el país habría cambiado hace seis años.
Es vox populi que en 2017 quien
ganó la elección del Estado de México a través de Delfina Gómez fue López
Obrador. Pero ni pio dijo porque ahí negoció el resto del país por la ínsula
mexiquense. El grupo Atlacomulco no se podía dar el lujo de perder el centro de
su poder. Y por lo que se ve, Gordillo —quien empujó a López Obrador con su aún
fuerte poderío desde el magisterio—, fue parte de la negociación para no
arrebatarles la concesión que les dejó Isidro Fabela.
Ahí está, también, la
explicación de lo ocurrido tras la elección del 4 de junio de 2017. La
imposición de un gris José Antonio Meade como candidato, los ataques
jurídico-mediáticos en contra de Ricardo Anaya desde el Gobierno —por cierto,
¿cuándo detienen y procesan al panista?—, la aceptación del triunfo de López
Obrador a primera hora de la noche y, entre otras cosas, la tersa transición en
que nos encontramos.
Ah, claro, estamos frente a un
futuro presidente empoderado, que está rescatando a sus aliados —¿el siguiente
será Javier Duarte? —, pero que tampoco actuará contra la corrupción de Peña
Nieto y su banda, pero que hoy le cobra afrentas, dejándolo en ridículo a nivel
nacional.
A fin de cuentas, todos son lo
mismo. Priístas al fin y al cabo. Uno, el que se va, del grupo Atlacomulco y el
que llega, de la izquierda del PRI pastoreada aún por Luis Echeverría, pero con
otro partido. La transición sólo cambió de lugar, fuera del PRI, ya no dentro
como fue tradición hasta que en 1993 la rompió Carlos Salinas. Y al final de la
historia, “un quítate tú para ponerme yo… y mis cuates”.
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E-mail: renatoconsuegra@yahoo.com.mx
E-mail: renatoconsuegra@yahoo.com.mx
Twitter:
@renatoconsuegra
(*) Renato Consuegra es
periodista, ganador del X Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí que
entrega la agencia cubana Prensa Latina y director de Difunet y e.legislativo.mx
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