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domingo, 29 de julio de 2018

EL DRAMA CHIAPANECO


Por: Manuel Zepeda Ramos
Ahí están. Y no llegaron solos.
Son joyas de la arquitectura que ocuparían un digno espacio en cualquier lugar del Planeta.
¿Qué pasó?
La verdad, le han quedado grande  a quienes se les ha responsabilizado para su operación. En buen castizo: no han sabido ni por dónde empezar. Y lo más grave es que no han aprendido.
Creo que no ha sido atinado dárselos en operación a los ayuntamientos en donde están ubicados. Mal por ellos que los han aceptado pensando obtener utilidades en su funcionamiento, en donde su razonamiento no está mal, siempre y cuando supieran qué hacer con él y cómo operarlo. Por eso es que se les ocurre que los camerinos sean oficinas de los regidores, sin ponerse a pensar que le están cortando durante tres años la posibilidad de que los artistas que vayan no tengan en donde vestirse para el espectáculo, o que el foso de Tapachula se convierta en bodega de maíz, a granel, a falta de espacio disponible para almacenar gramíneas, sin siquiera imaginarse una bodega para ello, en lugar de un foso. No saben qué hacer.
Los teatros profesionales de Chiapas, además de ser espléndidas obras de arquitectura, de las mejores del Mundo, motivo de presunción, de orgullo por tu tierra  y de visita turística obligada -mucha gente visita todos los días el parque chiapasiónate-, en donde el viajero que quiera pueda aprender el funcionamiento teatral que es un asunto de gran complejidad, a base de aparatos electrónicos sofisticados que facilitan la gran tarea de mover telones y escenografías de gran tamaño, sonorización e iluminación -la Scala de Milán y la Ópera de París son visitados por cientos de miles de turistas, nada más para conocerlos y admirar su operación-, deberían ser centros masivos de formación, desde la edad temprana, de chiapanecas y chiapanecos que tengan vocación para las artes escénicas o que quieran sumar, a su acervo cultural, el conocimiento de ellas. Los cuatro ensayos de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, de lunes a jueves, -porque toca todas las semanas programas nuevos, diferentes-, es presenciado por mil niños de la enseñanza básica y jóvenes de la enseñanza media que, con solo presenciar el ensayo en perfecto orden ya están aprendiendo cuál es el funcionamiento de una orquesta. También funciona esta estrategia para el teatro.
Los teatros son organismos vivos que funcionan todo el tiempo y los de Chiapas no deberían ser la excepción.
El Teatro de la Ciudad dela capital del estado, que está rodeado de un buen ambiente de conservación de la naturaleza, hay que decirlo, debería ser sede, ya, de la Compañía de Teatro del estado de Chiapas.
No estoy diciendo tonterías.
El arte teatral es para Tuxtla Gutiérrez un asunto que suma muchos lustros de acción, excelentes resultados, premios importantes y que, por razones de abandono e ignorancia, está en hibernación desde hace muchos años.
Mi queridísima Masha, la mayor de mis sobrinas a quien extraño mucho, me ha hecho llegar un periódico cultural con datos interesantes. Se llama la Voz del Norte y se edita en Sinaloa, tierra de teatro con Óscar Liera a la cabeza, gran dramaturgo que muriera en plena juventud creativa -en Xalapa montamos varias obras de él con la ORTEUV, la organización teatral de la Universidad Veracruzana que aglutina a tres grandes compañías- y que legara a la creación teatral un escritura de gran calidad. Viene a mi memoria El Baile de los Montañeses, Kúkara Mákara, La Ñonga y otras más que se me escapan. Sofía Mireles Gavito firma un artículo en la Voz del Norte en donde nos dice que desde 1913 el General Bernardo A. Z. Palafox, gobernador de Chiapas impuesto por Victoriano Huerta, organizó en Tuxtla Gutiérrez una velada artística “lírica-dramática” donde presentó zarzuela y opereta. Esto, evidentemente, fue un disparo al aire porque en la capital de Chiapas no había elementos musicales para ello. El General era de Orizaba y en ese tiempo ya había una orquesta de cámara que tocaba en el teatro donde nació: el teatro Llave, lo que avala que sabía de esos espectáculos. Seguramente se llevó a Tuxtla algunas tiples y bataclanas de Maria Conesa, la Gatita Blanca, que triunfaba por todo lo alto en el Esperanza Iris.
Dice Sofía que en 1934 surge en Tuxtla un grupo de teatro que dirigía Eraclio Zepeda Lara, mi papá. Así fue. Algunos de los actores eran Elia Calvo y Carlos Castañón, mi tío Calichi, esposo de mi tía Canda Morell Ramos, papás de Maria, Olga, Hilda, Cachita y el Chu, gran actor de teatro y cine que tanta falta nos hace.
En 1949 se inicia en Tuxtla Gutiérrez lo que habría de ser una intensa actividad teatral, de muchos años. Arrancaba el teatro en el Ateneo que estaba a un costado de la catedral con Marco Antonio Montero primero e inmediatamente después con Luis Alaminos Guerrero a quien  los tuxtlecos consideramos como el gran mantenedor de la actividad teatral en Tuxtla Gutiérrez.
Luis Alaminos era un hombre del renacimiento. Además de un ser bueno, que le brotaba por todos los poros, era profundamente culto y gran artista que dominaba todas las técnicas. El me enseñó dibujo constructivo en la secundaria nocturna del ICACH, por ejemplo, de quien aprendí mucho. Todo lo que me enseñó me ha servido en la vida diaria, en trazos necesarios para apoyar acciones de ingeniería o enseñarle a mis hijas cómo trazar un paralelepípedo usando solo un compás para ello.
Esa fortalezas, enormes, de Luis Alaminos Guerrero, le permitían no solo ser un director con dominio de la escena, sino también un gran actor, así como escenógrafo y vestuarista. También manejaba la tramoya. Era pues, un gran maestro del teatro.
Sus puestas en escena dominaron la dramaturgia universal: Shakespeare, Maquiavelo, Traven, Ústinov,  Ben Johnson, Wolf, entre otros. La dramaturgia mexicana fue abundante: Carballido, Magaña, Hugo Argüelles, Mancisidor,
Federico S. Inclán -papá por cierto del Ingeniero Federico Schoeder, uno de los genios que construyó La Angostura y Chicoasen-, entre otras tantas.
La actividad teatral de Luis Alaminos Guerrero suma la puesta en escena de más de 100 obras. La rivalidad con el teatro oaxaqueño hecho por Arcelia Yañis, Rodolfo Álvarez, Lola Bravo, Martha Unda y Cristina Pérez Guerrero, en el Festival de Otoño, fue de antología. Además, Alaminos fue un gran formador de actores y directores. Gustavo Acuña, su alumno, fundó el grupo Debutantes 15 con el que montara los Cuervos Están de Luto, de Hugo Argüelles para ganar el premio nacional del Festival de Otoño, por encima de su maestro y formador y por encima del teatro oaxaqueño.
Antes, con La Rebelión de los Colgados, Luis Alaminos ya había ganado el Premio Nacional del Festival de Otoño.
Hubo pues, en Tuxtla, una larga y enriquecedora actividad teatral que se convirtió en movimiento. Carlos Olmos se convirtió en el mejor dramaturgo de Chiapas, figura central del teatro nacional y el Chu Castañón y Socorro Cancino triunfaron como actores del teatro, la televisión y el cine. Hubo resultados.
¿Qué pasó?
De repente, como arte de magia, todo desapareció.
Pero se puede empezar.
Hoy hay una universidad, la UNICACH que demostró que se puede hacer una escuela de música de calidad. Pero le falta hacer, por mandato estatutario, la escuela de Teatro y la de Danza. Hay que empezar de inmediato.
Mientras se forman los actores, la Compañía de Teatro se habrá de convertir en el laboratorio de la formación, en donde interactuarán los alumnos destacados de la escuela de Teatro de la UNICACH con actores profesionales traídos de otros lugares y con actores locales que deban de integrarse a la compañía de teatro. Profesionales y estudiantes habrán de caminar de la mano: una simbiosis que enriquecerá la actividad teatral chiapaneca, para felicidad, en donde esté, de Luis Alaminos Guerrero, mi maestro también en el teatro.
Sí se puede. Tenemos lo principal: los teatros. Y qué teatros.
Otro día hablamos de la danza.

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