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sábado, 2 de julio de 2016

UN BRINDIS POR ALVARADO…

+ Entre copa y copa se acaba mi vida.
+ Bohemio de afición…
Ruperto Portela Alvarado.
Dicen que soy borracho/ que no valgo nada/que vivo soñando/ pero el mundo no sabe/ las penas amargas/ que sufro llorando. // Dicen que soy borracho/ que voy por el mundo/ como alma perdida/Si bebo es por mi gusto/ y a nadie le importa/yo vivo mi vida.
Bueno, no es pa´ tanto y como dice mi mujer; “solo sos bohemio de afición”, porque: Sé qué bebo/ sé qué fumo/sé qué juego/ en la vida como en el amor/. Sé qué soy un egoísta, inconsciente/ prepotente en la vida/ como en el amor/, pues asegura José José que en su vida como la mía: he rodado de allá para acá/ fui de todo y sin medidas/ pero te juro por Dios/ que nunca llorarás/ por lo que fue mi vida.
El “Santo Trago” mata lentamente, y yo no tengo prisa porque la vida se va dando sola y nadie tiene un destino asegurado. Por eso anduve /de arriba abajo/ de abajo arriba/ como la canción de Mike Laure, ya que visité cantinas que muchos no conocieron en aquel tranquilo y bullanguero pueblo heroico generoso puerto que fue Alvarado.
Creo que la primera piquera que visité en mis años mozos acompañando al “Mochilongo”, Mario Ramón Ramón –y sin tomar una sola cerveza, lo juro—fue en el barrio de la fuente, en la cantina de “Bocho” y luego “Las Varillas”. No podría ser de otra manera pues a los 15 años ya trabajaba como mesero en la cantina “El Gallo Rojo”, propiedad de mi tío Ángel Portela Sánchez.
En esas cantinas se bailaba al son de la rockola, melodías como “Cero 39” y “Mazatlán” de Mike Laure, donde la “Múcura” servía las cervezas y bailaba contorneando su delgado y delicioso cuerpo. Pero en el devenir histórico, dicen que en Alvarado solo había dos cantinas…con registro por supuesto y esas eran: “Los Gansos” que creo que siempre fue propiedad de “Chema Roqueque” y “Las Palomas” que regenteó por muchos años Güicho Ruiz y, donde aseguran que fue donde se echó sus primeros alipuces el que fuera párroco inmemorial de Alvarado, don José Luis Rodríguez Pretelín. 
Estas dos clásicas cantinas que tenían sus respectivas barras, su espejo y sus casilleros para las botellas, mesas y sillas con respaldo de alambre y figuras, estuvieron siempre en el boulevard Juan Soto. Más adelante, frente al atracadero de la panga, funcionó por mucho tiempo el famoso “Reprisse” que en una corta etapa se llamó la “Mojarra”, siendo propiedad del actor René Muñoz, quien la inauguró con la presencia nada menos que de la escultural Talía.
Parece trivial recordar cuántas cantinas había en Alvarado, pero es de singular trascendencia porque son “centro de revitalización espiritual” que no deben faltar en un pueblo, como tampoco un cura irreverente, un loco, un poeta y una prostituta. De eso está lleno el mundo más civilizado. Recuerdo muy lejanamente la cantina de “Nigua” a la subida del cerro de Belén donde también operaba la llamada “Los Canates”; la piquera de “Guicho Monchi” en la calle Aldama, por donde hoy está la cantina “El Avispón”, o las que fueron tradicionales casas de cita que regenteaban “La Güera Caco” allá por el lado norte de la calle Matamoros o la de “Doña Nicolasa” que se encontraba merito enfrente del hospital.
Ya ni qué decir del burdel “La Curva” que fue la “escuela de iniciación sexual” de muchos de los jóvenes de nuestra época y que se localizaba a la salida del pueblo o “El Monterrey” que era de Rito Rosas, merito enfrente del parque “Miguel Alemán Valdez”, al final de la calle Madero. También es de viejos recuerdos la cantina “El Querido” que estaba en la esquina de Netzahualcóyotl y Galena, donde acompañé a mi padre Celedonio Portela a tomar unas chelas con el matador de toros “El Curro Rivera”.  Esa es la historia soterrada que nadie cuenta y que tiene muchas anécdotas que hacen revivir los recuerdos.
Yo sé que muchos de los que leerán esta apología del vicio no se acuerdan de las cantinas que estaban a la salida de Alvarado, en la mera curva hacia Veracruz como “La Caja de Pescado” que le llamaban así porque era un inmueble construido de madera en forma cuadrada o “El Gran Chaparral” que tenía una imagen del viejo oeste. Fue una tradición ir al “Metro Cuadrado” (en esquina de Morelos y Bravo) a echarse unos farolazos “para desahogar el alma”. No menos agradables fueron las viejas cantinas de la rivera Juan Soto, como “El Embudo” y “El Canal de Suez”; aquel agregadero de “beberecuas” que fue “El Azulito”, que se encontraba aledaño al zócalo que después fue reemplazado por la discoteca “Cebras”.
En el barrio de la Trocha al final de la playa se hizo muy popular el bebedero de “Vichy” que además de vender chelas, pescado y mariscos, hacía unos chapos de jobo y de guanábana como para chuparse los dedos. Después vino la competencia con el restaurante (que más parecía cantina) que pusieron Ricardo Tiburcio y Felipa Enríquez que posteriormente heredaron a su hijo “Toño Mamailla” y su esposa Tila. Y como era negocio, también puso su restaurant “El Ricamito”, que, en su conjunto, en la Semana Santa, eran obligados a visitar.
Paso Nacional tuvo su guarida para los “tepochochos”, unos viejos y otros jóvenes como su servidor que nos deleitábamos con un chapo de limón, de guanábana, de cacahuate o hasta de “chile mirapariba” que nos preparaba la inigualable “María Pompon” quien había heredado el negocio y el apodo, de su marido.  Ahí nos refugiábamos mi compadre Manuel “La Burra”, Ricardo “El Burro”, “Quilí” (+), mi hermano Chilo (+); Sotero Silva (+), Chema “El Águila Descalza” y muchos más que andábamos de enamorados por esos lares.
Al final del relato, aunque no eran cantinas, si se convertían los viernes o los sábados por la noche en bebederos de trago y bailes populares que hicieron historia; la explanada del Puerto Piloto, la calle de la Termo (a la bajada del parque deportivo), el famoso “Tomatito” en Netzahualcóyotl, entre Galeana y Ocampo donde tenía su puesto de frutas y verduras “La Felipona” y la histórica “Perrera Municipal”, detrás del Palacio.
Hoy las cosas son diferentes porque los centros de reunión para “chupar” son menos tradicionales como “El Avispón” de mi amigo Carlos “Colita”; “El Yankee Stadium” del ex beisbolista, “Tecate”; el billar “La Riviera Alvaradeña” y “La Corona” de doña Eva, donde te atienden como rey y te preparan la botana que gustes si llevas lo que quieres comer.
 No hay que olvidar la tradición del restaurante cantina del viejo Chico Muñoz “Pelo de Tuza” que heredó a su hijo Chico Muñoz que ha hecho del “Museo” (hoy en remodelación) un lugar para comer el tapado de pescado o camarón; el arroz a la tumbada y el chicharrón curtido. Al lado ya le pusieron en esa calle de Netzahualcóyotl e Ignacio Ramírez, “La Palapa de Mauricio” que sirve un platillo de mariscos a la veracruzana “que no tiene madres” y si quiere seguir metiéndole al trago, enfrente de Chico Muñoz hay una cantina de muy bien ver.
Ni modos, sé qué bebo/ sé que fumo/ sé qué juego hasta en el amor/sé que soy un egoísta, inconsciente/ en la vida como en el amor. Pero por favor, no me critiquen por este pequeño error de la vida, pues soy un bohemio de afición… RP@.
Si deseas contactarme: rupertoportela@gmail.com


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