‣El ciclo primavera-verano quedó atrapado en medio de la emergencia sanitaria
‣Hay
un impacto en el costo y abasto de insumo como fertilizantes y semillas
La emergencia sanitaria y económica
derivada del Covid-19 también tiene un “efecto sistémico” sobre la producción y
el abasto de alimentos: las siembras han disminuido en algunas entidades;
fertilizantes y semillas tienen un alza y no llegan a tiempo por retrasos
logísticos; y el crédito al campo no fluye y observa un retroceso respecto al
año pasado. Ante ello, es urgente que el aparato gubernamental de la 4T, única
estructura nacional con capacidad de “reacción inmediata”, implemente un
programa nacional de abasto alimentario, encaminada a resolver estos “daños
colaterales” de la pandemia.
El ciclo primavera-verano quedó atrapado en medio de la emergencia sanitaria, en los trabajos agrícolas se han ralentizado las tareas de siembra, que observa una reducción en algunas entidades del 30 al 40% en superficie cultivada.
Además, hay un impacto en el costo y
abasto de insumo como fertilizantes y semillas, que durante un periodo de tres
meses sólo por efecto de la devaluación del peso impacta en 30%, con la
agravante de que su distribución es lenta; el problema no sólo es que su precio
se ha incrementado sino el poder disponer de ellos, ya que existen problemas de
logística, porque los envíos registran meses de retraso.
Lo anterior es parte del análisis del
experto en temas de desarrollo rural y director de Biofábrica Siglo XXI, Marcel
Morales Ibarra, quien destaca que en el caso del fertilizantes estamos hablando
de que cada periodo de siembra en México se requiere cerca de 3 millones de
toneladas procedentes del exterior, las cuales hay que movilizar desde países
asiáticos, recibir y descargar los barcos; es un proceso dilatado y este insumo
se requiere aplicarse en fechas muy rigurosas para la planta; no se puede usar
“cuando llegue”.
Expone que tras el retraso internacional
de mercancías debido a Covid-19, mucha de la superficie que se logró sembrar en
México no contó con el fertilizante requerido, lo que se traducirá en una
significativa disminución de los rendimientos a obtener por hectárea y en menor
producción.
Por si fuera poco, añade, el problema
del abasto alimentario enfrenta el neurálgico aspecto del crédito al campo,
donde no hay un panorama alentador, dado que, en marzo, al inicio de esta
emergencia sanitaria el crédito de la Financiera Rural (FND) registraba un
retroceso del 10% respecto a 2019. “Si antes de la contingencia ya teníamos un
desempeño negativo, es de esperarse que esta tendencia se haya agravado
seriamente en las semanas siguientes” Impactos graves en economía y empleo
Marcel Morales manifiesta que, aunque los
costos derivados de la pandemia por Covid-19 aún son difíciles de cuantificar,
ya hay impactos sobre la economía y el empleo, que en el agro se estima afecté
20% de los 14 millones que el sector genera –según el CNA— y se prevé serán más
graves, sobre todo en los sectores más vulnerables.
Hace hincapié en que uno de los
problemas que se anticipa afectará seriamente aspectos esenciales de la
sociedad es el del abasto y la accesibilidad de los alimentos, dado que, si en
las condiciones “normales” siempre es un tema altamente delicado, en las
condiciones actuales puede llegar a niveles realmente preocupantes, no
registrados en muchas décadas.
El experto apunta que son varios los
aspectos anuncian que las condiciones de la producción alimentaria, será
seriamente afectada por la contingencia, porque ésta incidió en la planeación y
programación de la superficie de producción, ya que fue precisamente al inicio
del proceso de siembra, marzo, cuando se presentó la pandemia. A casi tres
meses desde el inicio del ciclo primavera-verano en condiciones de contingencia
hay problemas que se traducen en una disminución de la superficie sembrada
respecto a años anteriores.
Por ejemplo, para el primavera-verano,
al mes de abril Tamaulipas registra una superficie de siembra de 107,336
hectáreas (Has) contra 159,243 del ciclo anterior, una reducción del 32.6%;
Baja California Sur, 3,934 versus 5,552 Has, es decir, 29.1% menor; San Luis
Potosí, 16,516 contra 21,913 Has, una caída del 24.6%; Sonora de 51,985 contra
57,485 Has, menor en 9.57%; Campeche 14,574 contra 13,497 Has, menos 7.98%;
Tabasco 38,143 vs 35,664, menos 6.9%; la situación más dramática la tiene
Hidalgo con 21,565 contra 53,803 Has, es decir 59.9%, en relación con el ciclo
anterior.
Frente a este escenario –recalca Morales
Ibarra-- no es aventurado predecir un desplome de la producción de alimentos
para este año, además, esto traerá un descontrolado incremento en los precios,
no solo en el país, sino a nivel internacional.
El experto detalló que el programa
nacional de abasto alimentario debe contemplar tres aspectos:
1.-Evitar el desplome de los
rendimientos en la superficie sembrada en este momento, lo cual depende, en
buena medida, del uso de los fertilizantes; al no disponer de éstos,
inevitablemente el rendimiento disminuirá radicalmente. Una opción inmediata es
ofrecer a los productores insumos de más bajo costo, nutrientes orgánicos y
biológicos, como compostas y biofertilizantes.
2.-Crear condiciones para que la
superficie que todavía tiene opción de sembrar en el mes de junio, cuenten con
un esquema ágil y eficiente de crédito y otros apoyos que aceleren la siembra
en la mayor superficie posible.
3.-Tampoco debe de postergarse más
tiempo el tránsito a otro modelo de producción agrícola, que permita mayores incrementos
en la rentabilidad, pero, sobre todo, de la sustentabilidad de la producción.
Marcel Morales subraya que en México
contamos con las capacidades, ampliamente probadas, y los recursos tecnológicos
para esta transformación. Bien haría la 4T en adoptarla, sobre todo en tiempos
de Covid-19.
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