‣Tiene
alto impacto ambiental y social al generar condiciones para producir pastos
para alimentar ganado
‣Es
una tecnología 100% mexicana que ha sido ignorada por los gobiernos en turno
El modelo de
agricultura industrial que incentiva cultivos para exportar ha generado la
sobreexplotación de los acuíferos en México. En el caso del norte de Guanajuato
existen 2 mil 500 pozos, de los cuales 50% están sobrexplotados, lo cual además
de la escasez de agua para diferentes usos generan problemas ambientales y de
salud pública; sin embargo, hay una alternativa que investigadores del
Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias
(INIFAP) ha gestado a lo largo de 40 años para recuperar suelos y aprovechar la
lluvia, al posibilitar que hasta 95% del vital líquido se infiltre al subsuelo.
Dicha tecnología
100% mexicana es la rotura vertical o cinceleo. El “padre y madre” de la misma,
Ramón Aguilar García, investigador del Campo Experimental Norte de Guanajuato
y Bajío INIFAP (CENGUA), explica que es una técnica de laboreo del suelo que consiste
en aflojar el terreno, pero sin invertir el prisma, de tal manera que permita
la infiltración de agua de lluvia, se propicia un cambio en las propiedades del
terreno, el cual con el crecimiento de las raíces se preserva y enriquece. Este
ciclo virtuoso también contribuye a capturar carbono y otros minerales, con lo
que se regenera la actividad microbiológica y la fertilidad de la tierra.
El experto
señala que en el norte de Guanajuato --zona semiárida donde la agricultura
agroindustrial a proliferado--, la siniestralidad agrícola en temporal es mayor
al 47%, los sistemas de producción comerciales depredan de manera acelerada el
agua subterránea y los suelos están degradados en más del 95%, erosionados,
deforestados, sobrepastoreados y compactados, por lo que hay poca infiltración,
escasez de materia orgánica, de nutrientes y de actividad biológica.
En un recorrido
por las parcelas del CENGUA, junto con el geólogo de la UNAM, Marcos Adrián
Ortega Guerrero, Aguilar García expresa que la paradoja del semiárido es que
“falta agua, pero sobra agua”, ya que en promedio en la región llueve 487
milímetros (mm), pero lo que ingresa es menos de 8% y se evapora entre 92% y
95%, porque con las condiciones actuales del suelo no hay agua que pueda
infiltrarse.
Sin embargo,
subraya, “con nuestras investigaciones hemos hallado que si reacondicionamos el
suelo podemos captar más del 90% del agua de lluvia; no para recargar el
acuífero, sino aprovechar el agua en cultivos de riego y temporal, lo que
quitaría presión a la irracional extracción del vital líquido del subsuelo.
Recuperando
el suelo
Ramón Aguilar
explica que los suelos deberían tener al menos 1.5% de materia orgánica a una
profundidad de 0 a 60 centímetros (cmts) de espesor, pero en promedio hay 1.7%
de suelo de 0 a 30 cmts, lo cual se traduce en una pérdida de 150 toneladas de
materia orgánica. Sin embargo, con la rotura vertical probada, durante 27 años,
en la parcela demostrativa de este campo experimental del INIFAP, se ha logrado
tener 5.4% de materia orgánica de 0 a 1.50 de profundidad, donde hay raíces que
preservan el suelo y lo enriquecen.
El resultado es
que este lote --indica el especialista-- va en el corte 27 y el acumulado es de
254 toneladas de pastura, con 377 mm de agua de lluvia que se infiltran al
suelo, por lo que para encharcarse --característica común de un suelo
compactado-- necesitaría 417 mm en 24 horas.
El campo
experimental --detalla Ramón Aguilar-- tiene 58.5 hectáreas y siembra 36
hectáreas con pastos, lo cual no es fortuito dado que éstos juegan un papel muy
importante desde el punto de vista de la conservación de suelo, pero además hay
un impacto social ya que este forraje alimenta especies ovejas, bovinos, que
generan ingreso a los productores locales.
Con esta
tecnología aprovechamos el principal recurso de la zona que es la radiación
solar --83 millones de kilowats hora por año--, que es gratuita y el agua de
lluvia. Aportamos servicios ambientales, hay carbono, control de erosión y
actividad microbiológica, remarca.
No obstante que
los análisis estadísticos han demostrado un saldo positivo en el uso de la
tecnología, no se ha tenido el apoyo de los gobiernos de los tres niveles en
turno y la transferencia a otros productores es incipiente, por ello requerimos
aliados y políticas de públicas que la impulsen. Esta tecnología no requiere de
grandes inversiones, sino de aplicar principios y capacitación para los
agricultores, remarca Aguilar García.
Para considerar
el impacto que la rotura vertical puede tener, hay que tomare en cuenta que
Guanajuato cuenta con más de 3 millones de hectáreas agrícolas, el norte
concentra 1.3 millones, de las cuales 80 mil 240 son de riego y 244 mil de
temporal con cultivos cíclicos, donde se podría aplicar esta tecnología.
Afectaciones
a la salud
El geólogo
Marcos Adrián Ortega, quien se ha dedicado a estudiar la situación de la Cuenca
Independencia, destaca cómo los gobiernos locales, municipales, estatales y
federales en su toma de decisiones están orientados más al desarrollo
agroindustrial y en la región se apoya mucho la agroexportación a costa del
recurso agua en el acuífero; no reconocen los problemas de salud por la
extracción de agua, a mayor profundidad, con alto contenido de flúor y arsénico.
Señala que la
Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) tiene
esa información y no ha actuado. Esperamos que con este nuevo gobierno se pueda
hacer algo, tenemos acercamiento con autoridades federales para trabajar el
problema, entenderlo y actuar.
En este contexto
Ortega Guerrero recalca que la rotura vertical puede contribuir a reducción de
extracción de agua en acuíferos y reducir la aportación de elementos químicos
nocivos a la salud y medio ambiente
Para Ramón
Aguilar se requiere reconocer el problema y que nuestras propuestas sean
consideradas como un instrumento de política pública. “el objetivo no es tanto
para que el acuífero se recargue; sino con que se mantuvieran los niveles que
traemos nos daríamos por bien servidos”.
Tras destacar
que la rotura vertical es un propedéutico para siembra directa o la agricultura
de conservación, manifiesta que así como hemos dañado al medio ambiente, los
seres humanos tenemos la capacidad intelectiva y tecnológica para resarcir
esto, pero necesitamos socios que nos apoyen.
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