Por: Manuel Zepeda Ramos
El próximo año voy a cumplir setenta años.
En todo ese tiempo me he
sentido muy orgulloso de mi paso por este mundo.
Estoy orgulloso de mi escuela
primaria que me dio orden y responsabilidad.
Estoy orgulloso de mi
secundaria y preparatoria en el glorioso ICACH en donde tuve maestros
extraordinarios, fui un orgulloso comandante de la mejor banda de guerra del
estado, competí con orgullo en los juegos deportivos juveniles lanzando bala y
tirando jabalina con mi compañero del kínder Cheo Solís que lo hacía mejor que
yo, jugué fútbol y básquetbol en el ICACH de segunda y en el Normal de primera,
respectivamente, vistiendo sus colores con enorme orgullo y dignidad,
representé orgullosamente al ICACH en una reunión nacional de jóvenes
estudiantes porque fui el mejor promedio de la secundaria, preparatoria y
normal. Siendo estudiante universitario, me fui a la Sierra Madre de Chiapas,
orgullosamente a trabajar junto con un grupo de estudiantes chiapanecos y de
otras partes del país - mi esposa entre ellos-, al servicio de las familias
depauperadas de lo más alto de la sierra, arriba de los tres mil metros de
altura.
Me siento profundamente
orgulloso de mi querido Tuxtla Gutiérrez y de su barrio de San Roque, mi
barrio, el que me dio identidad y fortaleza.
Siempre será bueno, pues,
conservar la memoria de lo que hemos hecho porque ese recuerdo nos pertrecha lo
suficiente para intentar hace los trabajos en beneficio de la sociedad de la
mejor manera posible.
Hasta mi teléfono celular
llegó un video que me partió el alma porque no había sido capaz de dimensionar
el problema que había escuchado, en su justa medida: observé a mi querida
secundaria del ICACH con heridas de guerra sismológica de consideración desde
hace más de un año y no gozar a la fecha del tratamiento de rehabilitación
requerido. Vi mi escuela de dos pisos sin techo porque, según el audio del
video, empezaron a derruirla porque iban a volverla hacer; se llevaron las
vigas de casi ochenta años que se integraban con las cerchas para armar el
techo, sin que nadie sepa a donde fueron a parar. Tampoco vi en el video el
mural de Hector Ventura que estaba en el descanso de la escalera.
Por supuesto que a todos los
que estudiamos allí nos duele lo que está pasando con nuestra escuela tan
querida y tan llena de significancias y recuerdos que se perpetúan en el
tiempo.
Pero el caso del edificio del
ICACH trasciende la vida importante estudiantil que allí se ha dado a lo largo
de muchos años: el edificio del ICACH forma parte de lo más antiguo de la
memoria arquitectónica de la capital de Chiapas, al lado del actual Museo de la
Ciudad, el Monumento a la Bandera, el edificio del Paraninfo y el de la escuela
Normal, todas obras hechas durante el Gobierno del doctor Rafael Pascasio
Gamboa, un gobernador que tuvo la visión para la construcción de una capital
acorde a los tiempos en que se va desarrollando.
La obra arquitectónica hecha
por don Rafael antes de convertirse en Secretario de Salud del Presidente Alemán
Valdés, es sin duda la que marca la memoria al respecto de la capital de
Chiapas, cuya población civil y sus autoridades no supieron conservar sus
siglos de antigüedad majestuosa de una historia fascinante e intensa.
¡Urge rehabilitar el edificio
del ICACH!
Pero también urge componer el
Monumento a la Bandera
cuyas piezas que la integran
-caras y cabezas, por ejemplo-, se ha ido cayendo poco a poco hasta casi perder
su dignidad sin que a nadie le importe.
Y también revisar el Museo de
la Ciudad en su parte estructural.
Pero eso no lo puede hacer el
maestro de obras que ha construido cientos y cientos de casas en Tuxtla.
Es un asunto del INAH de la
mano con el INBA. Debe de haber una corresponsabilidad
estado-municipio-federación.
Es un asunto serio de memoria
necesaria.
Ahora que vi a Carlos Morales
recibir “su” trienio a porta gayola representado por un burel bien presentado
pero de ninguna manera cómodo de pitones de más de 600 kilos y haberlo
embestido bien gracias a la habilidad del nuevo presidente matador que acaso
pudiera prometer una buena faena de capa en el primer tercio, le habrá de
corresponder ponerle las banderillas a la Federación en el segundo tercio para
obtener recursos suficientes y necesarios para reponer al cien por ciento los
símbolos arquitectónicos tuxtlecos que nunca más deberán de perderse porque el
pueblo habrá de estar pendiente.
La capital de Chiapas no debe
permitir más arbitrariedades y tonterías en torno a su memoria necesaria.
Por el orgullo de ser.
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