Por:
Héctor Estrada
En tremenda complicación
innecesaria ha metido Manuel Velasco Coello a la bancada de Morena en el Senado
de la República y al propio Andrés Manuel López Obrador, quienes han visto
emerger desde Chiapas y diversos rincones del país un repudio desbordante ante
la intenciones del ahora ex gobernador chiapaneco para burlar el marco
constitucional y regresar al gobierno estatal a fin de concluir el sexenio.
Las razones por las que Velasco
Coello pretende hacer todo lo imposible para regresar como gobernador interino
(por solamente tres meses) y entregar la estafeta a Rutilio Escandón Cadenas
parecen francamente incomprensibles. Todo apunta a haberse convertido en
absoluto capricho de voluntad autoritaria para demostrar su poder enloquecido
sobre el sentir ciudadano.
No se ve otra lógica razonable
para someterse y someter a sus aliados a un escarnio público de semejante
magnitud. Ya había sido suficiente desparpajo con el espacio plurinominal en el
Senado, pero los límites de Velasco siguen sin aparecer. Esta vez el ex
gobernador chiapaneco ha puesto la factura de sus costosos caprichos sobre la
mesa de la nueva bancada de Morena en el Congreso de la Unión y la figura del
propio López Obrador.
Ha dejado en las manos de
Morena, por su mayoría determinante en el Senado, la decisión de aprobar o no
su licencia para regresar a ocupar nuevamente el gobierno de Chiapas como el
propio interino de su gobierno, con todo y la violación flagrante al Artículo
116 constitucional. Pero ¿qué tan grande sería el costo social y político para
el nuevo gobierno de Morena que apenas comienza?
Es indiscutible que el caso
Velasco ha colocado los reflectores sobre Andrés Manuel por sus ya públicas
vinculaciones con el controversial ex gobernador chiapaneco. Los rumores sobre
presuntos acuerdos y complicidades se han posicionado en el punto más álgido
del debate. Finalmente, la determinación que se tome en el Senado será crucial
para dar credibilidad o debilitar tales acusaciones.
Si los Senadores de Morena votan
a favor de la licencia de Manuel Velasco habrán avalado el capricho más cínico
de uno de los gobernantes más repudiados en la historia de Chiapas. Habrán dado
argumentos sólidos a los detractores de Andrés Manuel para demostrar que el
combate a la aludida “mafia del poder” era simple discurso de campaña, pero
sobre todo provocará la primera gran decepción en un pueblo chiapaneco
lastimado y urgido de justicia.
Morena habrá cometido la primera
gran traición al pueblo de Chiapas y a la renovada esperanza en México. ¿Estará
Andrés Manuel López Obrador dispuesto a pagar tan alto costo por un personaje
que abonó a su derrota en 2012, que participó activamente en el grupo cercano
de Enrique Peña Nieto durante la mayoría del actual sexenio y sólo se acercó a
él cuando el barco priista estaba hundiéndose?
¿Será suficiente la gratitud a
Fernando Coello Pedrero y su familia para que López Obrador sacrifique tanto,
aún sin haber llegado a la presidencia de la república? Finalmente, ¿Cuál sería
el mensaje que Morena y Andrés Manuel darían a Chiapas y México si negaran la
licencia a Velasco? ¿Quién ganaría y quien perdería más con cada una de las
decisiones? Las respuestas parecen evidentes y están sobre la mesa de las
definiciones políticas. Finalmente, ya no es un secreto que Obrador hubiera ganado
Chiapas con o sin el apoyo convenenciero de Velasco.
Con la toma de protesta e inicio
de sesiones en el Congreso de la Unión Morena y Andrés Manuel López Obrador han
comenzado la primera etapa de su llegada al gobierno, y con ello también las
responsabilidades, las primeras pruebas de fuego para demostrar ese insistente
cambio que han prometido por años. Negar la licencia Velasco emitiría un
mensaje positivo a Chiapas y México; de lo contrario la desilusión habrá
iniciado demasiado pronto en el sureste mexicano, donde, por cierto, también
comenzó a gestarse la esperanza en él… así las cosas.
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