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martes, 21 de agosto de 2018

SIN LÍMITE…// El nuevo Hospital.


Alberto González Martínez
* El nuevo Hospital.
Muy orondos, como si no supieran que encarnan lo peor del nefasto sistema político que hemos padecido por décadas, Enrique Peña Nieto y Manuel Velasco Coello tuvieron la desvergüenza de ofrecer al pueblo tapachulteco la última puesta en escena de este fallido sexenio.
A la vieja usanza priísta, la pésima obra contó con merolicos a sueldo, matraqueros oficiales, acarreados, invitados especiales y lambiscones de toda laya.
Como si se tratara de una memorable tarde de toros, Peña Nieto se paseó por la plaza y fue ovacionado por centenares de acarreados que cumplieron al pie de la letra con las instrucciones: aplaudir rabiosamente hasta entumirse las palmas, gritar porras y consignas de agradecimiento infinito y demostrar al país entero que a los corruptos no se les somete a juicio, sino que se les adora.
Y en grotesca burla para todos los que aquí vivimos, Manuel Velasco continuó con su incesante labor de inmortalizar el nombre de su abuelo paterno que, si bien fue reconocido en su momento como un brillante cirujano, no ha sido visto con buenos ojos por un importante segmento de chiapanecos que se sienten ofendidos por ese afán de sembrar estatuas, auditorios, centros de salud, aulas, parques y demás áreas públicas con el nombre de Manuel Velasco Suárez.
La ocasión era inmejorable para que hasta Angélica Rivera se diera un prolongado baño de pueblo y se tomara selfies con todos los asistentes que hasta sufrieron empujones con tal de salir en las fotos.
La gran tragedia de nuestro noble pueblo de nuevo fue expuesta de la manera más descarnada. No estaban, desde luego, los miles y miles de soconuscas que copiosa y decididamente votaron por Andrés Manuel López Obrador el primer domingo de julio.
Pero sí estaban las mujeres y los hombres que aún siguen lamiéndose las heridas por la aplastante e inobjetable derrota que el priato y sus compinches sufrieron en los recientes comicios.
Fue la escenificación de lo que ya se va pero que muchos beneficiarios todavía no lo alcanzan a creer y por eso se aferran a los zombis que vinieron a inaugurar un centro hospitalario, al que en breve le brotarán los defectos por doquier.
Fue el adiós de Enrique Peña Nieto por esta tierra pródiga, a la que ningún favor le hizo con la construcción e inauguración de un hospital que habrá de sustituir al decadente centro hospitalario que, para no desentonar, se localiza sobre la Calzada Manuel Velasco Suárez de nuestra ciudad.
Y, por ser cierto, hay que decirlo con todas sus letras: es tan añeja y tan grande la deuda que la Federación tiene con esta región chiapaneca que este nuevo hospital apenas si logra ser un mero paliativo.
Luego entonces, no hay mucho qué celebrar. Y menos, qué agradecer de manera tan estridente.
Lo verdaderamente lamentable es que nuestra gente todavía acepte ser remolcada a los actos masivos que se convierten en pasarela de los verdugos que tanto daño ocasionaron a la Patria.
En cruel ironía, el mismo día y casi a la misma hora que Peña y Velasco se regodeaban con las porras artificiales y por encargo, en otro punto de Tapachula, justo donde se localiza la Clínica Hospital “Dr. Roberto Nettel Flores”, del ISSSTE, los trabajadores exhibían la otra cara de la moneda que ha sido tan común en este sexenio de pesadilla.
Allá, lejos del glamour artificioso para recibir a la “Primera Dama”, los coléricos trabajadores del ISSSTE denunciaban, entre otras cosas, la falta de pagos a un montón de interinos que todavía no ven claro todo lo que les ofrecieron para ir a prestar sus servicios.
En un arranque de valor pocas veces visto, también denunciaban lo que muchos ya sabemos de memoria: no hay medicamentos para los derechohabientes, no hay material básico de curación, no hay dinero para los viáticos de los enfermos que deben trasladarse a otros puntos del país, no hay autorización para que los que sufren quebrantos en su salud puedan acudir con médicos subrogados.
En pocas palabras, lo que los valerosos trabajadores denunciaban esa mañana es que, aquí en Chiapas, el ISSSTE –como el Seguro Social y el ISSTECH– se encuentra en ruinas, en el abandono total y sin médicos, enfermeras, material y equipo, para satisfacer la demanda de un número creciente de derechohabientes.
Para sofocar la rebelión tuvo que intervenir –de extrema urgencia– la Subsecretaría de Gobierno para la Zona Soconusco porque el griterío en el ISSSTE eclipsaba, por completo, el acto circense montado para inaugurar el nuevo hospital.
Esa es justamente la paradoja de la que los plumíferos a sueldo no hablan: ¿de qué sirve un nuevo hospital si los que ya existen no tienen ni curitas, gasas o jeringas? ¿De qué apuro sale nuestra gente si el nuevo monstruo hospitalario pronto estará igual o peor que los ya existentes?
Los bombos y platillos son parte de esa vieja cultura priísta, la que sentía especial fascinación por quemarle incienso a los gobernantes, aunque luego circularan las irrefutables pruebas de enriquecimiento harto explicable, porque se clavaban buena parte del monto de las obras inauguradas.
Eso ocurrió, sin duda, con la construcción del nuevo hospital. Ahora, los gacetilleros a sueldo no lo dicen, pero, en unos meses más, las liebres comenzarán a brincar por todos lados.
Y eso, partiendo de la idea optimista de que el equipamiento llegó para quedarse y no fue solo parte de la utilería que se ocupó para montar el patético show. Porque tomaduras de pelo abundan a lo largo y ancho del territorio nacional, donde los hospitales fueron equipados tan solo para las fotos, la inauguración y los videos que ruidosamente se transmitieron por doquier.
De todas formas, queda el consuelo de que ese monstruo hospitalario recién inaugurado sea adecuadamente equipado –y dotado de tantos médicos, enfermeras y demás empleados que garanticen un eficiente servicio para los nuestros– a partir de la próxima administración de López Obrador.
Y ojalá la misma suerte corran los demás centros de salud y hospitales de la región porque es verdaderamente dramático asistir a esos lugares que más parecen campos de guerra: con parturientas tiradas en los pisos, en los corredores, en los pasillos, en las banquetas.
Y con familiares que soportan, estoicamente, tratos inhumanos de adentro y de afuera de las supuestas instituciones del sector salud.
Ya después, promoveremos una iniciativa para rebautizar el nuevo hospital…

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