EL
PEJE Y PEPE TOÑO
Con la grilla desatada y las
contradicciones que a diario se cometen en la actividad política, el país ha
entrada a la lucha electoral que tiene como objetivo instalar a un nuevo
presidente de la República para el sexenio 2018—2024. Eso es bueno porque la
renovación siempre es saludable, sólo que en el caso de México los hechos
anuncian que nada cambiará a favor y sí en contra. Para la mayoría –si se cree
en las encuestas— Andrés Manuel López Obrador representa la esperanza, aunque
pocos coincidan en su propuesta de perdonar a los funcionarios de la actual
administración y a los que han hecho de la violencia su práctica cotidiana: los
que matan, secuestran y desaparecen a paisanos. Por el lado de José Antonio
Meade Kuribreña, salvo para los ricos, los avisos son de que viene lo peor para
la mayoría de los 120 millones de mexicanos, y los que se agreguen, que pueblan
el territorio nacional. En cuanto a Miguel Ángel Mancera, Ricardo Anaya y
Margarita Zavala, mejor ni hablar.
Del candidato de MORENA todo puede
esperarse y sus fieles ya le han reprochado sus errores anteriores cuando como
ahora todo indicaba que el triunfo electoral era inminente. Hoy cobijado con
las siglas que de inmediato llevan a relacionarlo con la Guadalupana – se
registrará ante el INE el próximo 12 de diciembre— explica su reconversión que
tanto daño político le hace. Quienes simpatizan con el PEJE argumentan que sus
palabras fueron tergiversadas, entonces que explique porqué todas las versiones
aseguran que dijo “vamos a explorar todas las posibilidades, desde decretar una
amnistía, escuchando también a las víctimas, hasta exigir al gobierno de
Estados Unidos que lleve a cabo campañas para aminorar el consumo (de drogas)”.
Y tal parece que sus dichos unieron casi
a todos en su contra. Igual que sucedió en 2016, también en el sufrido estado
de Guerrero, en que durante una conferencia aclaró: “Les decimos a los
integrantes del grupo en el poder que, a pesar del gran daño que le han causado
al pueblo y a la nación, no les guardamos ningún rencor y les aseguramos que,
ante su posible derrota, en 2018, no habrá represalias o persecución para
nadie. Declaramos esta amnistía anticipada, porque lo que se necesita es
justician no venganza”. Si sus palabras son sentencias, los políticos corruptos
del PRI y quienes han hecho que impere la violencia en el país pueden estar
tranquilos. Prueba de ello es que en lo concerniente a la alta burocracia
–secretarios de Estado, gobernadores, diputados, senadores y líderes
sectoriales— la declaración de hace un año sólo repuntó la impunidad en México,
como seguramente sucederá con los crímenes violentos que amenazan a todos.
Hay que recordar que en su primer
anunció dijo declarar esa amnistía anticipada, porque lo que se necesita es
justicia, no venganza. “No odiamos a nadie. Sencillamente deseamos lograr el
renacimiento económico, social, político, pero, sobre todo, moral de México.
Dicho de otra forma, se trata de inaugurar una etapa nueva de la vida pública
del país, con un presidente que no está subordinado a ningún grupo de interés
creado y que sólo tenga como amo al pueblo de México”.
En esa ocasión López Obrador disipó
dudas al explicar que “respetamos a quienes sostienen la máxima de ni perdón ni
olvido, pero no la compartimos. Podríamos decir: olvido no, perdón sí. En esta
virtud, igual que en la honestidad, reside la esperanza de un mejor porvenir.
Si hacemos a un lado el odio y optamos por el perdón, podremos caminar con el
emblema de la honestidad hacia una sociedad mejor”. Aunque únicamente falta
saber la opinión de la iglesia Católica –con su máximo exponente en México,
Norberto Rivera, acusado de proteger a sacerdotes pederastas— a la que también
llegan las bendiciones anunciadas por el político tabasqueño, hasta los más
alejados rincones se han escuchado exclamaciones de rabia a su propuesta.
En cuanto a Pepe Toño, el precandidato
presidencial del Partido Revolucionario Institucional que no es del PRI, hay
que resaltar su pronta gran contradicción al señalar en su discurso como
representante priista, que una de sus principales banderas es combatir el peor
mal que impera en México: “Habrá –dijo— un combate frontal y definitivo a la
corrupción, ni un solo peso al margen de la ley, ningún privilegio, más que el
de ser mexicano”. Pero horas después al ser entrevistado por El País, con un
lenguaje cantinflesco, evadió responder si actuaría contra quien fuera de la
actual administración que nos ha colocado entre los más corruptos del mundo.
Reconocido es que la corrupción
comprende al año más de 350 mil millones de pesos y que el exsecretario de
Hacienda nunca levantó el dedo para señalar siquiera a uno de los culpables de
este sexenio, cuando sus desvíos presupuestales y negocios son denunciados a diario
por la prensa nacional. No obstante, quien será el candidato formal del PRI a
la Presidencia de la República en febrero próximo había expresado minutos antes
de su registro el pasado 3 de diciembre que “lo importante es atreverse,
comprometerse por una idea” y prometer su entrega y pasión para que cada
familia “viva con felicidad y justicia”. Que los trabajadores, detalló, ganen
más dinero por su trabajo; trabajar hombro con hombro con la finalidad de
seguir sembrando junto, con la CNC en favor de las familias campesinas de
México; que los beneficios de la estabilidad lleguen a la economía familiar, de
la mano de la CNOP, a fin de que las familias sientan en adelante el
crecimiento de la nación en sus bolsillos. Meade extendió sus promesas, como
cada seis años sucede con otros personajes, a las mujeres, a los jóvenes y no
paró en elogios al priismo con el objetivo de que, con unidad, llevará a México
hacia el lugar de potencia mundial que le corresponde. Más adelante el
licenciado en Derecho y doctor en Economía aterrizó con “hacer de México una
potencia que permita que todos vivamos mejor, contagiemos de optimismo a los
mexicanos, de que sí podemos hacer realidad nuestros sueños”.
El también exsecretario de Desarrollo
Social (SEDESOL) mencionó la urgencia de contar con seguridad y justicia, de
que México será un país justo, con leyes que se cumplan para que nuestras
familias vivan tranquilas. Cada mujer tendrá la certeza de que podrá vivir
segura, sin temor a ser lastimada. Y la economía familiar será una prioridad,
las familias tendrán mayores oportunidades para que su esfuerzo dé mejores
frutos; comida en sus mesas y bienestar, si a México le va bien, a las familias
les irá mejor –enfatizó--.
Todo esto entre aclamaciones de las
bases priistas que se mostraron desveladas y admiradas por ver de lejos a la
clase política que lleva más años de gobernar a México. Con hambre y cansancio
todas, simulando una pasión amorosa a quien representa un gobierno que ha
colocado a México en los primeros lugares mundiales de bajos salarios, trabajo
informal, o sea, sin seguridad social; en migración por buscar un distinto futuro,
en paraísos de trasnacionales que se quedan con los recursos valiosos de la Nación,
los despojados de sus tierras, los huérfanos de políticas públicas que deben
conformarse con programas sociales asistencialistas que sin duda son una
humillación. Son los mismos que al día siguiente volvieron a su lacerante
realidad.
Los que tal vez escucharon a Pepe Toño
decir que “ningún niño mexicano debe nacer en pobreza extrema; techo,
educación, salud y alimentación para cada recién nacido, pero lo más
importante, les daremos un motivo para tener fe en su porvenir”. Los mismos que
repudian el perdón ofrecido por El Peje a los narcotraficantes y funcionarios
corruptos. Los que al mismo tiempo dudan de las promesas ofrecidas por Pepe
Toño y que no saben qué hacer ante el desamparo en que se encuentran.
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