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Por: Uta Thofern / Dw.com
El deceso de
Fidel Castro marca en América Latina el simbólico fin de la posguerra, la que
en realidad había terminado hace tiempo, opina Uta Thofern.
Fidel Castro
ha muerto. Esto es para mucha gente en América Latina como si en Alemania
muriera Helmut Kohl. Aun siendo ambas personalidades históricas tan distintas,
ubicadas ambas en posiciones políticas tan distantes, es posible hallar un
punto en común entre ellas: su significado simbólico para una fase de la
historia reciente, la de la posguerra. Muchas generaciones, a ambos lados del
Atlántico, crecieron con Fidel Castro. Cuba y Castro son sinónimos de Bahía
Cochinos y la Crisis de los Misiles, puntos álgidos y difíciles de la Guerra
Fría que vistos en perspectiva adquieren otra dimensión.
El
"Máximo Líder” fue durante décadas un abanderado del comunismo, amado por
unos y odiado por otros. Tras la temprana muerte del considerablemente más
carismático Ernesto "Che” Guevara, Castro heredó el papel de figura
simbólica de la revolución cubana, e incluso cuando nunca llegó de forma masiva
a las camisetas de los socialistas románticos de Europa y Estados Unidos,
siempre entregó una imagen positiva del comunismo. En los años setenta y
ochenta del siglo pasado, la dictadura cubana respiraba un aire de serenidad tropical
que ejercía una gran atracción. A ello se sumaba la imagen de un David contra
Goliat, la pequeña isla en medio del enorme océano del imperialismo
estadounidense.
Cuba
y el significado del comunismo
Nunca el
comunismo despertó tanta simpatía en occidente como con Cuba. También por eso
el "socialismo tropical” fue una espina tan dolorosa clavada en las carnes
de todos sus opositores. Para los seguidores de Fidel, una razón más para
amarlo. Y en Latinoamérica, sobre todo, también un motivo de orgullo. Para
sentir una secreta simpatía por la pequeña nación insular que casi puso de
rodillas a la enorme potencia del norte no se necesitaba ser comunista.
Castro tuvo
un mayor significado para aquellos que tenían reales esperanzas en la
revolución cubana, en el socialismo y el comunismo como representación de una
vida mejor. Ellos fueron y son muchos en Latinoamérica, el continente de las
desigualdades sociales. Y, claro, no todo era malo en Cuba, donde el sistema de
salud sigue siendo, hasta hoy, uno de los mejores de la región, e incluso en
los peores tiempos a los cubanos les fue mejor que a los haitianos, apenas una
isla más allá. Pero en la realidad la gran mayoría no pudo cumplir sus
expectativas. Que el mundo mejor para Cuba era algo parcial y solo posible
gracias a las subvenciones de la Unión Soviética, y que el precio de ello era
la libertad, solo se podía saber gracias a reportes de los medios de
comunicación.
El
mito de Fidel mantuvo su magia
El problema
es que hasta hoy obtener informes sobre y desde Cuba es difícil. Esto fue
utilizado durante la Guerra Fría como propaganda por la que hoy es calificada
como "prensa mentirosa”. Así pudo el mito de Fidel mantener intacta su
magia, y por ello será llorado por muchos en el mundo entero como un justo
héroe en la lucha por los más desposeídos. Que los ideales de la revolución
habían sido enterrados bastante antes que él y que también su propio país tomó
un camino totalmente distinto... bueno, eso da un poco igual.
El comunismo
de Castro se hundió junto con la Unión Soviética. La variante del nuevo siglo,
la llamada "revolución bolivariana”, y el nuevo patrón llamado Venezuela,
están camino a la quiebra. Por eso Cuba ha tomado una vía hacia el capitalismo
y busca también un acercamiento con Estados Unidos. Como sea, sobre la libertad
no se ha hablado mucho en este nuevo modelo para Cuba.
La muerte de
Fidel Castro no cambiará nada en el desarrollo de la isla. El hombre, que fue
hecho monumento en vida, hace años que no tiene nada que decir. Sin embargo, de
alguna manera, me faltará Fidel, el uniformado barbudo con el habano que me
acompañó durante toda mi juventud.
Autor: Uta
Thofern
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