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México,
27 ago (EFE). - Por su amplio poder y control de las distintas esferas de la
vida pública, desde su connivencia con las fuerzas de seguridad al control de
la explotación de minas, el narcotráfico actúa hoy en día en América Latina
como el caudillo de antaño, señala el periodista inglés Ioan Grillo.
En su
último libro “Caudillos del crimen. De la Guerra Fría a las narcoguerras”
(Grijalbo), el reportero visita nuevas zonas de conflicto de la región y se
centra en cuatro grupos delictivos, el Comando Rojo de Brasil, la Shower Posse
de Jamaica, la Mara Salvatrucha en Centroamérica y los Caballeros Templarios de
México.
Estos
grupos, una representativa pincelada de esta violencia que azota el
subcontinente, son “más que narcotráfico”, apunta Grillo.
“Son
grupos que controlan territorios, que cobran una cuota de los alcaldes y de los
presupuestos de las ciudades, (…) que toman minas y trabajan las minas”, expone
este periodista residente en la Ciudad de México.
El autor
de “El narco: en el corazón de la insurgencia criminal mexicana”, finalista del
Premio Orwell y Los Ángeles Times Book Prize, considera estos factores una
prueba del caciquismo propio de los grupos criminales contemporáneos.
“Son
caudillos del crimen, grupos que controlan territorios o aspectos del
territorio”, a menudo de forma paralela al Estado y haciendo grandes
demostraciones de fuerza con “grupos paramilitares” capaces de derrumbar
helicópteros, como aconteció en mayo de 2015 en Jalisco, en el oeste de México.
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“Estos
grupos controlan la economía, a veces la seguridad. (…) Empujan al Gobierno a
un cabildeo violento y en busca de sus intereses”, remarca Grillo.
Hay
similitudes y diferencias entre estos grupos. La estructura es similar, tienen
un brazo armado, sicarios y una cercanía con la muerte, aunque difieren de su
forma de relacionarse con el exterior y los negocios que manejan.
Aun con
ello, sobresale que ya no solo se dedican al tráfico de drogas, es solo una
herramienta más para financiarse y seguir creciendo, agrega.
También
“tienen una subcultura, creencias, códigos” que varían, pero en mayor o menor
medida, el gran afectado por esta ola de violencia es el ciudadano común,
apunta el autor, que trabajó tres años en este libro que mezcla visitas en
zonas conflictivas con investigación propia y mucha bibliografía.
Solo así
pudo probar el poderoso papel de estas redes criminales que a menudo suplen las
instituciones oficiales en América Latina dejando un escenario aterrador.
“Es un
holocausto alimentado con cocaína”, opina Grillo con base a la altísima tasa de
homicidios que impacta en muchos países.
En
Latinoamérica, continúa, se produce una “gran gama” de cocaína que transita
hacia los principales mercados, Europa y Estados Unidos.
A esta
se le suma la heroína y el mercado mundial de estupefacientes que es, según
apunta, de 321.000 millones de dólares anuales, lo que alimenta los grupos
delictivos.
Esta
estructura se beneficia de un sistema judicial y unas fuerzas de seguridad
“disfuncionales”.
Lo
comprobó con el grupo Comando Rojo de Río de Janeiro, pues en sus favelas son
ellos quienes “imparten justicia” en juicios “alternos”.
El narco
también viene empujado por la patente desigualdad de la región, donde la
pobreza más paupérrima se mezcla con unas clases media y alta con un buen tren
de vida.
“Hay
centros comerciales y crece el mercantilismo, pero todavía sigue habiendo mucha
gente en los márgenes”, y este “anhelo” a productos como zapatos o teléfonos
móviles también empujan a la delincuencia, considera.
Impunidad
y corrupción también se mezclan, y hacen de los civiles “dobles víctimas”, del
narco y de policías o soldados.
Ante este
contexto, el periodista critica la falta de visión del problema desde el lado
estadounidense, a pesar de ser el principal mercado, y advierte del riesgo
entre los latinoamericanos de una creciente insensibilidad hacia la violencia.
En
cierta manera esta frialdad “es entendible, pues en México escuchas de
sicarios, decapitados y cárteles. Se llenan y se sobrepasan (de información),
es un problema que la sociedad tiene que enfrentar”, afirma.
Son
consecuencias de un nuevo tipo de guerra que desafía lo establecido hasta el
momento.
No hay
claridad sobre “quiénes son las bandas, no tienen la fecha exacta de cuándo
empieza (el conflicto) ni objetivos claros, entonces es más bien un punto
medio. Yo lo llamaría un conflicto armado o cadena de conflictos armados”,
explica Grillo, cuya obra recorre la América Latina más lacerada.
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