Estupor entre los habitantes del pueblo Foto Moysés Zúñiga Santiago |
►Protesta, violencia y muerte
▪Reportan unos 20 asesinados por disparos, así como
con machete; se usaron armas largas
▪El alcalde dio respuesta a indígenas que exigían
apoyos y luego se inició la balacera
▪Policías llegaron tres horas después; pobladores ya
habían sacado cuerpos de la plaza
Hermann Bellinghausen
Enviado
Domingo 24 de julio de 2016, p. 2
San Juan Chamula, Chis. - Fue una
masacre, dice un joven testigo de la balacera ocurrida aquí ayer a eso de las 8
de la mañana en la plaza central de esta tradicional y famosa localidad
tzotzil.
Un acto de reclamo de varias
comunidades, algo común aquí, devino letal balacera que costó la vida del
alcalde Domingo López González y el síndico Narciso Lunes Hernández de manera
cruenta, así como un número indeterminado de muertos y heridos, aunque los
pobladores presentes coincidían en que serían alrededor de 20 fallecidos, la
mayoría de bala, pero también con machete.
Es difícil conocer el número
preciso, pero los testimonios coinciden en que los primeros disparos salieron
de la alcaldía.
La gente se reunió en las
comunidades desde las 6 de la mañana, para venir a exigir los programas que se
comprometió el municipio. Vinieron todos, hombres y mujeres. Nadie sabía lo que
iba a pasar, añade el testigo. A las 8 salió al balcón de ayuntamiento el
presidente Domingo (del Partido Verde Ecologista de México).
“Después de escuchar a los
inconformes aseguró con fortaleza que posteriormente entregaría esos recursos,
y pidió a la gente que se retirara. Luego se metió al edificio. La gente no se
dispersó, y desde el adentro salieron cohetones y ‘bombas’ (de pólvora), y los
primeros disparos”. Abajo del palacio se habían posicionado varios sujetos,
algunos encapuchados, que llegaron con los priístas. Portaban armas largas y
comenzaron a disparar contra el edificio. Este grupo ha aparecido anteriormente
con el rostro cubierto en sus protestas en Tuxtla Gutiérrez.
Fue entonces que el edil intentó
salir por la parte posterior, pero los encapuchados fueron tras él y le
dispararon de inmediato. “Venían a eso, estaban preparados.
Además, debió haber otros en
calles arriba, porque unos salieron corriendo y otros iban detrás disparando,
añade el joven, quien pide el anonimato, pero habla con total soltura y en buen castilla.
Nos rodean otros tres hombres que sólo escuchan. Los primeros disparos salieron
de la presidencia municipal, según esta versión, que confirmaron después otros
dos indígenas presentes en la plaza, quienes rodeaban a un hombre de pie,
herido de bala, que con la mano en el vientre observaba a la policía arribar a
la plaza pasadas las 11 de la mañana, casi tres horas y media después de los
hechos.
¿Qué cuánto duraron los disparos?
No más de 10 minutos. Toda la gente echó a correr a las orillas de la plaza.
¿Mujeres? Muchas vinieron, pero se habían quedado en la orilla. Heridas sí
hubo, no sé si alguna muerta, explica a La Jornada el testigo. Al
parecer hubo otros disparos posteriormente.
El edificio municipal, pintado
completamente de verde, está separado apenas por un estrecho pasaje del
edificio municipal del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Rojos de
corazón proclama un gran letrero en su fachada. Al lado, la presidencia
muestra numerosos impactos de bala y los vidrios rotos. Se accionaron armas de
alto poder, según comentó más tarde un agente ministerial, cuando llegaron por
fin las policías. Se encontraron cartuchos de pistola calibre 45, AK-47 y R-15.
En una cortina se distingue un orificio que un policía de edad madura consideró
como un disparo desde dentro.
Un pueblo en shock
El cuerpo de un hombre ya mayor
yace sobre un abundante charco de sangre en la línea del área chica de una
cancha de futbol trazada en el costado poniente la plaza. Su soledad es
absoluta, nadie se acerca. Una anciana permanece sentada en los escalones al costado
de la plaza, como ajena a todo, silenciosa. Otro cadáver sigue a la vista en la
calle que va al mercado. Según los testimonios, atrás de la presidencia habrían
caído el edil y su regidor cuando intentaban huir. En la plaza cayeron un
número desconocido de personas, pues sus familiares o acompañantes los
retiraron antes de las 10 de la mañana. Según dos chamulas de la cabecera,
pasado el enfrentamiento ingresaron a la plaza dos camionetas estaquitas,
algunos indígenas levantaron muertos y heridos, y se fueron.
Por redes sociales circularon imágenes del cadáver del alcalde Domingo López González Foto tomada de Twitter |
Tras la balacera, los
encapuchados que habrían ultimado a Domingo López y su colaborador cargaron los
cuerpos al frente del ayuntamiento, y con gestos y a gritos los señalaban y
llamaban a la gente que se acercara. Al menos uno fue rematado allí. Ya
fue la muerte, ya pueden venir, decían. Pero la gente no había venido a pelear.
No les avisaron, dice el testigo. Para entonces habían huido los centenares de
indígenas que protestaban y quedaban fundamentalmente pobladores de la cabecera
municipal, ajenos a la tragedia, pero demasiado impresionados como para
calificarlos de mirones. El poblado está en estado de shock, las calles
desiertas, salvo pequeños grupos de varones.
Borre esa foto
Borre esa foto, reclama un
policía estatal con casco, apuntando su rifle de gases lacrimógenos a este
reportero cuando lo ve retratar al hombre tendido en el piso. Una decena de
vehículos de policía acaban de ingresar a la plaza y saltan al piso empuñando
sus armas, sumamente nerviosos. Bórrela, insiste. Al ser interrogado que
por qué, otro agente más lejos apunta su arma larga unos segundos, y el primer
agente, quizás recapacitando, señala a los escasos indígenas que observan desde
la periferia de la extensa plaza central: Si no, lo va a golpear la gente.
¿Entonces para qué me apunta?
De hecho, el único momento en que
algunos indígenas intentaron interpelar a los reporteros fue cuando un
funcionario estatal se dirigió a un grupo de conocidos suyos y le indicó quitar
a los periodistas; los indígenas se limitaron a impedirnos aproximarnos a la
presidencia, el PRI y el mercado.
Vehículos de las policías
municipal de San Cristóbal de Las Casas, estatal y agentes de investigaciones
arribaron sonando sus sirenas hacia las 11 y media de la mañana y acordonaron
la parte frontal de la plaza con equipo antimotines y armas reglamentarias. El
nerviosismo de agentes y funcionarios es lo más alarmante de todo. De inmediato
proceden a recoger cartuchos y otras evidencias, y sólo más tarde utilizarán
guantes de látex y bolsas. Más que investigar, están limpiando la plaza.
Desde temprano inundaron las
redes sociales muchas fotografías de los funcionarios muertos. Uno de cada dos
chamulas debe de tener teléfono celular. Estaban muchos allí de
fotógrafos, relata el testigo citado arriba.
Sin embargo, las primeras
imágenes de prensa son aéreas y de cuando ya están las patrullas en el lugar.
Todas las imágenes que circularon en las redes y algunos medios eran de los
propios lugareños y las escenas son tardías.
Hacia el mediodía sube a la plaza
una camioneta pick up. En la caja vienen dos mujeres. Una, mayor, llora
desconsoladamente. Dos hombres bajan de la cabina, recogen el cadáver y lo
arrojan precipitadamente a la caja del vehículo, bocabajo. Para que cierre la
puerta le doblan hacia arriba las rodillas, sólo se ven sus pies y las suelas
de sus huaraches una vez que cierran la caja trasera. La segunda mujer aborda
la cabina y la pick up se retira. Varios policías rodean la escena sin
atreverse a intervenir. La mujer mira brevemente hacia los pies del cadáver,
voltea el rostro y llora desesperada. Cerca, una camioneta blanca recoge otro
cuerpo.
Pronto quedan sólo agentes y
patrullas en la proximidad de los edificios del PRI y el ayuntamiento. Ningún
comercio está abierto en el todo pueblo. La gente se resguarda en sus casas.
Algunas familias permanecen sobre las azoteas de las viviendas cercanas a la
plaza.
En el borde entre San Cristóbal y
Chamula, a media carretera un cartelito advertía en la mañana: No vallan
(sic) a Chamula. Hay problema. Por decir lo menos.
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