Video. Marcelo Pérez, sacerdote de Simojovel, dice que los padres de los niños
están tristes, pero también molestos, porque quieren saber qué es lo que les
ocurrió con sus hijos en la comunidad de La Pimienta en Chiapas
Fredy Martín Pérez | El Universal
Lunes 11 de mayo de 2015
∙ Padres
narran la dolorosa experiencia tras la aplicación contra la tuberculosis.
Algunos manifiestan coraje y quieren saber qué fue lo que pasó con sus bebés
politica@eluniversal.com.mx
La Pimienta, Chis.— En un camino de pendientes, rocas sueltas y tierra quemada, que lleva a las minas de la gema de ámbar, está La Pimienta, una comunidad de más de dos mil indígenas tzotziles, con casas sembradas en laderas y rodeadas por chiqueros y corrales, donde la noche del sábado fueron velados los cuerpos de dos niños de un mes de nacidos, que murieron después de ser vacunados en la clínica del lugar.
La Pimienta, Chis.— En un camino de pendientes, rocas sueltas y tierra quemada, que lleva a las minas de la gema de ámbar, está La Pimienta, una comunidad de más de dos mil indígenas tzotziles, con casas sembradas en laderas y rodeadas por chiqueros y corrales, donde la noche del sábado fueron velados los cuerpos de dos niños de un mes de nacidos, que murieron después de ser vacunados en la clínica del lugar.
DOLOR. La comunidad de La Pimienta donde
velaron ayer a los dos menores se encuentra a diez
kilómetros a la cabecera
municipal de Simojovel.
(Foto: FERDY MARTÍN PÉREZ. EL UNIVERSAL)
|
En la entrada del pueblo está la
casa de Teresa Gómez, de 45 años, donde velaron el cuerpo de su
nieta de un mes de nacida a la que le querían llamar Yadira, a la que vio
sonreír la mañana del viernes, cuando su hija salió hacia la clínica, después
de haber oído el llamado de los médicos y enfermeras que pedía a “todos los
padres con niños recién nacidos”, acudieran a la clínica para que los niños
recibieran las vacunas BCG, que protege contra la tuberculosis y otra contra la
hepatitis B. Los menores recibieron dos piquetes, uno el brazo y otro en la
nalga.
Una enfermera anotó en una
libreta el nombre del niño, la edad de nacimiento y en otro recuadro los
nombres de las vacunas que había recibido. En la tarjeta de vacunación también
realizó algunas anotaciones y le entregó el documento a la madre.
Las madres llegaron hambrientas a
casa, para comer frijoles y tortillas y acostar a los niños a la cama, pero tan
pronto como llegaron los niños empezaron a llorar incansablemente, pero los
abuelos y padres con experiencia supusieron que eran los “síntomas normales” de
la vacunación.
Cuando la tarde del viernes caía,
las mujeres tomaron los rebozos para concentrarse en la única calle del pueblo
y pedir a los dueños de las camionetas que las trasladaran a la cabecera
municipal de Simojovel, diez kilómetros camino abajo por los cerros donde los
tzotziles empiezan a quemar la tierra para realizar la siembra de maíz. Antes
de las 20:00 horas el llanto de dos de los menores se apagó cuando los
vehículos llegaron a San José y los límites de la cabecera municipal, pero los
padres no se dieron por vencidos, querían cerciorarse de que los niños habían muerto.
Diez minutos después el médico de la clínica les confirmó que los menores
habían fallecido.
La clínica era insuficiente para
atender a 39 niños que no cesaban de llorar. Los médicos y enfermeras no daban
abasto. El director telefoneaba a Tuxtla Gutiérrez para informar de lo que
había ocurrido y esperar instrucciones. Las mujeres sudorosas recibieron
instrucciones de desvestir a los niños, para que cediera el cuadro de
temperatura. Algunas mujeres se tendieron exhaustas en el piso del hospital y
otras no se separaron de las camas donde las enfermeras mantenían bajo
vigilancia a los niños.
Esa misma mañana del sábado, los
cuerpos de los niños Emanuel Francisco y Yadira regresaron en féretros de color blanco. A la
casa de Teresa Gómez, de 18 años, llegó el pastor de la iglesia pentecostés
para orar juntos, pero Berlaín González, de
22, y padre del niño parecía no estar resignado por la muerte de su primer hijo
y no cesó de llorar durante todo el sábado y durante el momento que fue
inhumado el cuerpo de Yadira, en la mañana del domingo.
jram
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