·En la conmemoración del “Día Mundial de Lucha contra la
Desertificación y la Sequía”, se puso de manifiesto la necesidad de rescatar
ecosistemas degradados y crear políticas públicas
·Eduardo Orihuela, presidente de la CNPR dijo que en México se observa
degradación de suelos en dos terceras partes del territorio nacional
·En algunas zonas es inapreciable, en otras es notable y, en la
mayoría, severa
El cambio climático en el mundo
implica la necesidad de intensificar acciones para reducir el avance de la
desertificación territorial de todos los países. Esto implica detener la
degradación de suelos, frente al reto de aumentar de manera significativa la
producción de alimentos y en el marco del equilibrio ambiental y la oxigenación
atmosférica.
De acuerdo con Eduardo Orihuela
Estefan, presidente de la Confederación Nacional de Propietarios Rurales, estos
fenómenos se perfilan como los problemas fundamentales que deben enfrentar los
gobiernos de todas las naciones, con voluntad política y decisión, por la vía
de la cooperación internacional, la capacitación de agricultores, ganaderos y
habitantes de las zonas forestales y de selvas tropicales.
En México avanzan los desiertos
de manera inexorable. Los de Sonora y Chihuahua ya alcanzan a los estados de
Durango, Zacatecas, San Luis Potosí.
En la conmemoración del “Día
Mundial de la Lucha contra la Desertificación”, implantado por la ONU, se
destaca que la degradación es un fenómeno mundial que conlleva repercusiones
graves para la biodiversidad, la ecoseguridad, la erradicación de la pobreza,
la estabilidad socioeconómica y el desarrollo sostenible.
En México, de acuerdo con
estudios del Colegio de Postgraduados, se estima que, poco más de cien años, la
degradación de suelos es progresiva y abarca una superficie de dos terceras
partes del territorio nacional. Esto se debe, por una parte, al aprovechamiento
irracional de nuestros bosques, selvas, chaparrales y manglares, y por otra, a
la práctica de ganadería extensiva sin la precaución de la reforestación.
El presidente de la CNPR, dijo
que hacen falta políticas públicas para la protección de nuestros recursos
naturales, sobre todo aquellos que son vulnerables a las acciones y actividades
humanas, como son la pérdida de los bosques y el consecuente arrastre de los
suelos por la acción del viento y por las lluvias.
El riesgo de este descuido
humano, recordó Orihuela Estefan, consiste en que las presentes generaciones
dejaremos a nuestros hijos y nietos unos recursos naturales destruidos,
contaminados y, en muchos casos, con pocas posibilidades de recuperación. Se
requerirán grandes cantidades de recursos económicos, de la ciencia y
tecnologías efectivas para su recuperación, y una buena dosis de voluntad
política para emprender acciones decisivas para recuperar esa enorme superficie
con poco o nulo beneficio
En el contexto mundial, de
acuerdo con información del Senado de la República y del Programa de Naciones
Unidas para el Medio Ambiente, el avance de los desiertos amenaza a la cuarta
parte de nuestro planeta. Afecta a 250 millones de personas y pone en riesgo
los medios de vida de más de mil millones de habitantes de más de cien países.
A pesar de que en algunos
estados se ha creado cierta conciencia sobre la necesidad de mantener
sustentable el uso del suelo, y de que se realizan obras de conservación por
parte de algunos particulares y muy pocas organizaciones, se considera que las
acciones en el sentido de la preservación del suelo y el agua, no son
suficientes, en virtud de que no existe un organismo específico dedicado a la
atención de la problemática que presenta el avance de la desertificación y la
pérdida de suelos.
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