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FRAUDE A LA HUMANIDAD, LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS; EN MÉXICO LOS CONSUMIMOS SIN
AVISO PREVIO NI ETIQUETADO: DRUKER
•Acusa a ex presidentes de EU, Obama y Bill Clinton,
y a Bill Gates, de participar en el mismo fraude
•En México se ha introducido el consumo de alimentos
adulterados sigilosamente; provienen de Estados Unidos 10 millones de toneladas
de maíz considerado OGM
•El autor, Steven M. Druker, presentó un novedoso
libro de más de 500 páginas bien documentado
Un libro extraordinariamente
documentado, Genes alterados, verdad adulterada, presentó el escritor y “abogado
en causas sociales”, norteamericano y empleado en tiempos pasados del gobierno
de Estados Unidos, Steven M. Druker, que pone al descubierto que la
manipulación genética de alimentos de origen vegetal, se transfiere al reino
animal –el ser humano incluido—, pone en serio riesgo la salud de los
consumidores por la alteración que, sin saberlo, es causa comprobada de nuevas
enfermedades.
“Esto es un reto científico de grandes
dimensiones, que se añade a los padecimientos convencionales”, explicó en la
presentación de la obra.
En el auditorio del Club de Periodistas,
en el Centro Histórico de la ciudad de México, Druker afirmó que “el fraude no
fue perpetrado por una agencia extranjera de inteligencia, un sindicato del
crimen internacional o una camarilla de financieros astutos, sino por una red
de distinguidos científicos, que no implicaron cambios en el clima, sino
cambios en nuestra comida”.
Dijo que su sorpresa y de miles de seres humanos es
mayúscula al descubrir que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA
por sus siglas en inglés) ha sido el principal cómplice y añadió que gracias a
sus engaños, esos científicos y sus descendientes, han consumido, durante más de 15 años, “productos
novedosos” que el mismo personal científico de la FDA, había calificado
previamente como excesivamente
peligrosos para la salud humana.
Aseveró que el comportamiento de la FDA
resulta especialmente preocupante, ya que se negó a regular los alimentos a
partir del uso de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) y, de hecho, los
defendió enérgicamente.
Con la presunción de que esos alimentos
adulterados en su composición genética, añadió, eran tan seguros como los
convencionales, autorizó la comercialización de alimentos derivados de OGM, “no
sólo sin realizar ensayos previos, sino también sin etiquetas que informaran a
los consumidores acerca de la reconfiguración genética”.
Esto lo calificó el doctor Druker “poco
científico, irresponsable y básicamente incorrecto”, y también ilegal, lo cual fue
confirmado posteriormente por el propio proyecto de investigación.
El propio Steven Druker emprendió un
sistema de consenso para interponer una demanda formal contra el gobierno, a
través de la FDA, a la cual se unieron nueve científicos de renombre, entre
ellos profesores titulares de la Universidad de California en Berkeley, de Rutgers, de la Universidad Estatal de Nueva
Jersey, la Universidad de Minnesota, y la Facultad de Medicina de la
Universidad de Nueva York.
A estas instituciones académicas, se
unieron sacerdotes y ministros de una amplia gama de denominaciones cristianas,
incluida la Episcopal, Bautista y Católica, además miembros de la Coalición
sobre Religión y Ecología, de la Universidad del Noroeste de América del Norte,
y de Teología de la Universidad de Georgetown.
Los argumentos que se presentaron en la
demanda Alianza para la Bio-Integridad, ante el Tribunal Federal del Distrito
de Washington DC, se ha mantenido, sin que se deje de engañar al público. El
libro de referencia fue publicado originalmente en inglés, en 2015 y
posteriormente el juicio se ha reanudado y existen señalamientos en mayo y
septiembre de 2017.
Hay preocupación en la comunidad
científica en materia de ingeniería genética, a partir de los titubeos y
engaños surgidos en la década de 1980, en el sentido de la regulación de
Organismos Genéticamente Modificados. En esa época en la Universidad de
Minnesota, el profesor de la Facultad de Ciencias Biológicas, Philip J. Regal,
anunció que los biólogos moleculares del Instituto Nacional de Salud, y la
Academia Nacional de Ciencias de EU, junto con autoridades del gobierno, habían
decidido que la ingeniería genética era segura y que darían la aprobación
incondicional a todas sus aplicaciones.
Estas decisiones con el paso del tiempo,
se ha demostrado que son equivocadas y que es necesario trabajar intensamente
por dar claridad a los proyectos de investigación que pueden resultar fatales
para la salud de quienes, sin su consentimiento, son sometidos a tratamientos
alimenticios y medicinales, sin su consentimiento y fuera del sistema de
etiquetado.
Se considera que la población urbana es
la más expuesta al riesgo de efectos secundarios por la ingestión de alimentos,
frutas y hortalizas derivados de procesos transgénicos, por lo que es necesario
mantenerse alerta a la hora de admitir y suministrar productos catalogados como
organismos genéticamente modificados.
El doctor Antonio Turrent Fernández,
destacado científico mexicano y promotor de evitar el consumo de alimentos
genéticamente modificados, dijo que las importaciones de maíz transgénico,
proveniente de Estados Unidos, es el principal producto que México compra en el
mercado norteamericano con estas características.
Informó que estas importaciones del
cereal, que llegan a 10 millones de toneladas anuales destinadas a la
alimentación animal –para producir carne de res, de pollo, de cerdo, huevo y
leche—podrían suprimirse, frente al alto potencial que tiene México de producir
este grano en las zonas tropicales, y en todos los estados del norte, con
posibilidades de mantener una oferta anual de maíz del orden de 50 y 60
millones de toneladas.
Sí, dijo, este es el potencial
productivo que tiene México, pero es necesario realizar una actualización
científica, una extensión tecnológica de grandes dimensiones, de
aprovechamiento integral del recurso agua y pensar seriamente en desarrollar
inversiones perfectamente planeadas no sólo para acondicionar las tierras, sino
de crear la infraestructura para aprovechar el potencial de agua que tenemos y
sumar todo un gran caudal representado por las lluvias, en gran parte esa agua
se desperdicia. “Hay que invertir para obtener resultados que necesitamos.
Dejar de importar maíz, es posible; tener reservas suficientes del grano, es
posible, aumentar la productividad, es viable”, concluyó.
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