TRUMP AMENAZA CONCLUIR OPERACIONES DEL TLCAN; NO SE
ESPERAN CAMBIOS TRASCENDENTES FRENTE SU VELEIDOSIDAD
•Este 11 de octubre, abre
la cuarta ronda de negociaciones en Washington
•En el intercambio
comercial ¿se considerarán utilidades de transnacionales?
•Las negociaciones son para
mejorar, no para retroceder, coinciden empresarios mexicanos
A pesar de las
sugerencias, recomendaciones y advertencias de sus propios consejeros, de que
sería inadecuado, anti-político y anti-económico que Estados Unidos se retire
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN, el presidente Donald
Trump no ceja en la amenaza de que su país se retire de este compromiso entre
México, EU y Canadá, en vísperas de que se inicie la cuarta ronda de
negociaciones en Washington, este once de octubre.
El problema de
intercambio comercial que arguye el gobierno de Trump, no se refiere de manera
fundamental con Canadá, sino directamente con México. Simplemente no admite que
un país en desarrollo, su vecino del sur, haya alcanzado un superávit en su
balanza comercial, no debidamente aclarado, con el poderoso y dominante Estados
Unidos de América.
El referido
superávit mexicano, hay que afirmarlo, solamente toma en cuenta los volúmenes
reales de intercambio comercial –que pueden ser derivados de la industria de
todo tipo, de alimentos y de transferencia de tecnología—pero jamás se refiere
a las multimillonarias utilidades que reportan al fisco norteamericano las
grandes cadenas comerciales y fabricantes de automotores, así como las
refresqueras y tiendas de autoservicio.
Destaca la
Ford, la Chevrolet, la General Motors; laboratorios de medicamentos humanos y
de salud animal; de las patentes y marcas; de empresas comerciales como Walmart,
Soriana, Cotsco, Sam’s, Bodega Aurrerá, Tiendas Oxo; las vendedoras de
fertilizantes y semillas, entre ellas la Pyoneer, Monsanto y Dupont. Y las
refresqueras Coca Cola, Pepsi Cola y más de veinte marcas derivadas, hasta
agua.
Inversiones
directas e indirectas de gran magnitud de origen norteamericano, se realizan en
las cadenas hoteleras que controlan el turismo de los principales centros de
visitantes extranjeros y nacionales, desde el Golfo de México, el Caribe y todo
el Pacífico mexicano, y también en muchas otras ciudades tierra adentro.
Si seguimos con
el capital y altas ganancias de los empresarios estadunidenses, se nos acabaría
el “breve espacio” –como dice la canción de Pablo Milanés—para abarcar
inversiones y utilidades en Ferrocarriles, en Bienes Raíces, en la Banca
Comercial y en la Minería, en donde también están involucrados capitales y
utilidades canadienses. ¡Vaya, hasta en el tequila encontramos capitales de
Norteamérica!
A toda costa el
mandatario norteamericano quiere revertir las condiciones comerciales con
México así, “de golpe y porrazo”, como si se tratara de “voltear una tortilla
en el comal”, o decir “enchílame otra gorda”, refranes con alta dosis de
mexicanismo que nunca pierden su esencia, y agregar que ser superavitarios en
la balanza comercial con el país más poderoso del mundo, que costó a los
mexicanos 23 años de “sangre, sudor y lágrimas”.
Esto nunca lo
va a entender un hombre que nació en medio de lujos, “con pañales de seda”, que
creció y se volvió adulto en un entorno de riqueza, educado para ‘ordenar con
una mirada’; a comprar y vender pensando siempre en grandes utilidades, ‘del
todo o nada’, sin reflexionar en que los humanos somos mortales; en que ‘ahora
somos, pero mañana quién sabe’.
Sería
conveniente que el señor Trump recordara, aunque sea una vez en su vida, que
sus ancestros no lejanos llegaron a territorio norteamericano en calidad de
trashumantes o refugiados, de migrantes o desahuciados, humildes, provenientes
de un territorio afectado por la inseguridad, en estado de angustia por la
violencia. Deben haber sufrido mucho, en la misma forma en que ahora miles de
extranjeros en Estados Unidos, fundamentalmente mexicanos, están emplazados o
amenazados con la expulsión.
El Tratado de
Libre Comercio entró en vigor el uno de enero de 1994. Su primer propósito fue
el intercambio de bienes y servicios de manera libre, sin aranceles o con
gravámenes reducidos, en un marco regido por capítulos y artículos para operar
convenientemente entre productores y consumidores de los tres países. Así, el
que ofrecía las mejores oportunidades de empleo, de producción y productividad
a costos más bajos que los otros competidores, sería el que resultara con
mejores beneficios.
En esta
competencia, que en un principio se calificó de desigual por la enorme
diferencia de tecnologías, de organización, de avance de la ciencia y
tecnología, en productividad a prueba de cualquier reto, se convirtió poco a
poco en beneficio para los exportadores mexicanos, sobre todo en productos en los
que somos competitivos.
Esto lo repetía
una y mil veces el profesor Carlos Hank González en su calidad de titular de
Agricultura y promotor del TLCAN. “Tenemos que aprovechar nuestras ventajas
comparativas en hortalizas, frutas tropicales, legumbres y verduras frescas, de
manera intensa en un periodo de seis meses cada año, en que los norteamericanos
y canadienses viven bajo la nieve”.
Desde mucho
tiempo antes de que se firmara el TLCAN, México ya surtía de hortalizas, frutas
y legumbres, café y cacao a la población norteamericana (menos aguacate) en
especial durante las épocas de invierno. Un señor del que sólo puedo decir su
apellido, Kondo (ahora en el ostracismo), presidente de la CAADES de Sinaloa,
convocaba a mil camiones de diferentes capacidades de un día para otro y allí
estaban en los campos para transportar jitomates, chiles, espárragos,
calabacitas, brócoli, pimiento morrón, elotillos y chícharos, berenjenas, todo
para el mercado norteamericano.
Fue notoria la
reducción de aranceles entre los tres países, lo cual estimuló a productores y
comerciantes a un intenso flujo comercial. Se creó una dinámica industrial y
comercial muy fuerte en ambos lados de la frontera de México y EU.
Todo mundo
hablaba del éxito de las maquiladoras, mismas que, tiempo después, crearon otro
tipo de problemas sociales, porque los padres trabajaban gran parte del día y
descuidaban a sus hijos. Los chicos crecían sin la vigilancia y guía de sus
progenitores. Por esta causa, tiempo después, se creó un ambiente complicado
para las nuevas generaciones.
En resumen, lo
que el gobierno de EU desea, es que se produzcan más automotores en su país con
mayor porcentaje de autopartes, que las empresas norteamericanas que operan en
México, sean mano a la hora de asignación de contratos del gobierno federal;
que el TLC se renueve por periodos que se determinen (quieren que sea cada
cinco años) y que el capítulo 19 del Tratado no se triangule con la
Organización Mundial de Comercio, sino que las controversias se diriman en los
tribunales norteamericanos.
Algunos
críticos del presidente Trump, con cierta malicia, indican que se podrían
llevar las discusiones del TLC más allá del tiempo esperado, con el propósito
de distraer la atención de otros problemas del gobierno de Washington, relacionados
con la intromisión de Rusia en el pasado proceso electoral que lo llevó a la
conquista de la Presidencia de EU.
El discurso de
Trump ha sido recurrente. “Si no es Chana, es Juana”. Efectivamente, primero
como candidato, en todo lugar repetía que el tal muro se construiría con cargo
a los mexicanos. Después como presidente, las deportaciones masivas de
migrantes indocumentados. Más adelante, la posible expulsión de los ‘dreamers’,
que son hijos de indocumentados llevados pequeños por sus padres a territorio
norteamericano. Ahora la amenaza es que, si la Cámara de Representantes de EU
no autoriza más presupuesto para su prometido muro, continuará con su acción de
expulsión de ‘dreamers’. ¿Qué onda con Trump? Como empresario privado era una
¡maravilla! Zapatero!!! tan taran, tan – tan…
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