Miguel Angel Culebro Acevedo (Agencia 55)
Manuel Velasco… enfermo, de gravedad.
La pobreza en Chiapas… ¿Sin pobres?
Si hay a
quien insistentemente han calificado como “un peligro para México”, sin duda
alguna, Manuel Velasco es un peligro para Chiapas, que agudiza su tiranía en la
mayoría de los casos en estado consciente, como permitir el enriquecimiento
ilícito de sus subordinados, cuya acción emula de Enrique Peña Nieto, formando
una caterva, con simulación y engaño, para obtener el aplauso y reconocimiento en
su soledad.
El
diagnóstico clínico nadie se atreve a darlo a conocer públicamente, sin
embargo, su enfermedad está en fase de gravedad, conforme pasan los últimos
meses de su “reinado”.
El
gobernador de Chiapas, que resultó para sorpresa de la auto llamada “clase
política” la sorpresa de mucha popularidad, con el mayor número de votos en la
historia electoral de este saqueado rincón del sureste mexicano, -más de un
millón de papeletas a su favor en las urnas-, porque su antecesor, Juan Sabines
Guerrero le puso a su disposición todo el dinero necesario y la estructura
gubernamental, incluida la de los municipios, para a modo, ser no solo la
tapadera de la inmundicia heredada, sino además, trascender más allá de un
sexenio, para endeudar aún más el estado y saquear lo que Juan no pudo
llevarse.
“Manolo”,
como lo ha llamado Peña Nieto desde que Carlos Salinas de Gortari se lo
recomendó en 2012 para hacerlo gobernador, es un joven-adulto obsesivo, que
arrastra una serie de frustraciones desde su infancia, que al paso de los años
ha incrementado su egolatría y su soberbia, resultando a estas alturas del
poder que ejerce, un paranoico y, no es para menos; el impacto de la orfandad
paternal y la pérdida de su abuelo, que vio obligado a su madre a trabajar en
la Ciudad de México, lo llevó refugiarse en la soledad, para ir madurando la
idea de ser algún día un hombre poderoso y despiadado, para cobrar la venganza
de haber perdido lo más importante de su vida y desquitarse con la sociedad.
El delirio
de persecución que diariamente se incrementa en su persona, lo hace huir de la
muchedumbre, ante la satanización de su envergadura, que lo lleva nuevamente a
sus años de soledad púber, indefenso ante la otrora aclamación social
preelectoral, en contraste, por el reclamo de lo incumplido y por los gritos de
hartazgo por el pillaje que le etiquetan a él y a su madre, de enriquecimiento
ilícito y por seguir permitiendo a sus subordinados hurtar el dinero público,
“justificando” que en Chiapas “no hay dinero”. Hoy hace algunos recorridos en
la entidad, lejos de la gente y con tremendo cerco policiaco para resguardar su
seguridad. Solo.
“Manolo”
está viviendo los días más cruciales de su vida, al írsele de las manos la
oportunidad de acariciar la silla presidencial como cuya, cuya ambición
demencial lo orilla a incrementar su tiranía con el pueblo que lo elevó
ilusoriamente a la gubernatura, creyendo erróneamente en su juventud como
fórmula de cambio y prosperidad para los chiapanecos. Todos se equivocaron y
hoy, pese a que lo detestan, la inmensa mayoría de coterráneos no hace más que
maldecirlo “de dientes para afuera”, suplicando con sarcasmo que ya se vaya y
con la absurda ilusión de que “con el próximo gobierno las cosas se
compondrán”… absurdo, pero cierto; así llevamos 50 años de larga espera.
Su facilidad
para mentir a casi cuatro millones de chiapanecos al asumir el poder, llevando
cada día al rincón de la pobreza alimentaria a casi tres millones de seres
esperanzados del campo, las zonas indígenas y las principales ciudades,
incluida la capital del estado, se fue diluyendo, incrementando el desempleo,
la quiebra de empresas de todos los tamaños, incluidas varias constructoras y
valiéndole menos que nada la vida humana, que muchos empresarios perdieron la
vida al perder todo su capital, ante la negativa de pagarles lo que les
prometió, incluido las deudas que dejó Juan Sabines al final de su sexenio y
que existen como pasivos en las dependencias de este desastroso gobierno. De
ese tamaño es su tiranía, se vanidad y su indiferencia por su demente obsesión.
La
simulación y el engaño ha sido la constante de su actitud. La perversidad con
que sigilosamente asciende a la mafia del poder nacional, es el contraste para
saquear las arcas públicas y mandar no solo a incondicionales, sino dinero
público a invertir en otras entidades para procesos electorales, como ha
quedado registrado públicamente en las elecciones de Quintana Roo, Oaxaca y
principalmente el estado de México. Pretende acomodarse para lograr la
impunidad y tras sus ocurrencias, oídas cabalmente de sus asesores, le apuesta
a un frente amplio opositor para enfrentar a Morena, cuya perspectiva para el
2018 le quita el sueño, exponiéndose a ser uno más de los gobernadores que anduviera
a salto de mata… huyendo.
Para
reafirmar su incondicionalidad a Peña Nieto y guardar el mayor dinero posible
para esa elección, la nueva ocurrencia es despedir a partir de la próximo
semana a miles de trabajadores de todas las dependencias del gobierno del
estado, incluidas la de organismos descentralizados y hasta “autónomos”, para
incrementar el desempleo y las maldiciones en su contra.
Fue el
secretario de Gobierno, Juan Carlos Gómez Aranda, quien reunió a todo el
gabinete, incluido el “ampliado” para darles a conocer la noticia, disfrazada de
ejercer la responsabilidad de cada uno en su área, “para dar la respuesta que
los chiapanecos merecen”. Atender los asuntos pendientes, les dijo, -en otras
palabras- y no precisamente el de resolver los rezagos, pese a la intervención
del secretario de Hacienda, Humberto Pedrero, quien selló con esa simulación,
no pagar, no resolver, sino poner en orden la entrega recepción, por si Morena
gana en 2018 y cada quien, “sálvese el que pueda”.
La demencia
de Manuel Velasco es grave y se ha convertido en un peligro para Chiapas, que
cada día resentimos los chiapanecos. Pero lo más grave es que en Chiapas hay
pobreza extrema… ¿sin pobres? Todo es simulación y engaño… ahí está pues… ¡YA!
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