MARIO
CABALLERO
¿QUIÉN
ASUMIRÁ EL COSTO POLÍTICO?
Ante la retahíla de canalladas en el
Partido Revolucionario Institucional, surge la pregunta inevitable: ¿quién asumirá
el altísimo costo político que significa para el PRI la ausencia de autoridad
moral de Roberto Albores Gleason? Lo más probable es que, como de costumbre,
sea el propio PRI.
El costo político. ¿En qué estaban
pensando los priistas cuando Roberto Albores Guillén, Juan Sabines Guerrero y
Humberto Moreira acordaban la designación de Albores Gleason? ¿En saber hasta
qué punto sería factible otra imposición o en saber cuán elevado sería el costo
de tomar una decisión tan arriesgada? De cualquier forma, lo que permitieron
consciente (todos lo supieron) y hasta voluntariamente fue facilitar el trámite
y patrocinar el clientelismo oficial imperante.
Ahora, por la cercanía de los
comicios del 2015, la pregunta es: ¿qué están dispuestos a hacer los priistas
para evitar que la administración de Roberto Albores Gleason embarque a la
institución en un desastre de diversas maneras irreparables? Porque al paso que
lleva nunca logrará convencer a todo un sector de un proyecto que garantice
éxito electoral, reforzamiento de la estructura y sobre todo de una propuesta
que convenza.
***
Aunque a nivel nacional el PRI ha
logrado recuperar posicionamientos años atrás perdidos, como la Presidencia de
la República y varias gubernaturas, en Chiapas sigue aletargado. Las malas
decisiones del dirigente son las que tienen al partido en un profundo
paroxismo, dicen los militantes porque “él (Albores Gleason) está rigiendo los
rumbos de la institución pero sin vocación y con una alta dosis de
autoritarismo”.
La crítica interna ha pronunciado graves
señalamientos de complicidad, traición, oportunismo y de que el senador Albores,
junto con su padre Roberto Albores Guillén y Juan Sabines Guerrero, sin
reservas disponen del priismo chiapaneco como una agencia de venta de
impunidad.
En Roberto Albores Gleason, que le
queda bien el apelativo de hombrecito,
no puede esperarse honestidad y mucho menos un trabajo comprometido con el
gremio y los valores partidistas porque en primer lugar, ¿cómo podemos
interpretar el hecho de que poco tiempo después de renunciar al PRI motivado
por la expulsión de su padre del partido acusado de traición y venta de
candidaturas, volviera henchido de poder para hacerse cargo de la presidencia
estatal? Explico, brevemente, cómo funcionó tan portentosa transición.
Inmediatamente después de renunciar
al PRI, Roberto Albores Gleason se acomoda en las filas del gobierno de Juan
Sabines Guerrero y le encomiendan operar para el PRD respaldando con dinero e
influencias a los candidatos perredistas en Comitán. Mientras tanto, Roberto
Albores Guillén se encargaba de las negociaciones con Humberto Moreira,
entonces líder nacional del PRI, para posicionarlo como diputado federal,
dirigente estatal del partido y, por último, senador de la República. En esto
Juan Sabines Guerrero tuvo mucha injerencia.
Una vez impuesto dirigente, Albores
Gleason y su padre, aprovechándose de la renuncia de Humberto Moreira a la
presidencia nacional, intentan incumplir el acuerdo de apoyar la candidatura de
Manuel Velasco Coello a la gubernatura del estado, yendo en coalición con el Partido
Verde Ecologista de México, a pesar de ser la condición para que los demás compromisos
se cumplieran. Y el objetivo de querer negarse era bajar a Manuel Velasco y
subirse él, pero la cúpula priista en turno no se los permitió por más súplicas
que hicieran Sabines y Albores Guillén.
Ahora, sí, ¿qué puede el PRI esperar
de Roberto Albores Gleason?
***
Por lo anteriormente expuesto,
surgen dos preguntas cuyas respuestas o las han obviado los priistas, o de
plano ni se han enterado de su existencia. La primera, ¿cuál es el costo
político que está pagando el PRI por la operación fraudulenta que llevó a
Gleason a la dirigencia? Y, segunda, ¿cuánto están dispuestos a seguir pagando
en las próximas elecciones por sostener el fraude?
En el primer orden de los
cuestionamientos, el costo político es el abandono de los cuadros, la falta de
convocatoria y estrategias que consoliden a la militancia, la creación de una
célula que domina las altas decisiones (Roberto Albores Guillén y Sabines
Guerrero, autores intelectuales de las maniobras políticas, y Noé Castañón
Ramírez, hijo del ex secretario de gobierno en la era sabinista, como uno de
los tantos júniores beneficiados), apoyo económico y político a personajes de
otros partidos, pago de facturas políticas, disputas interinstitucionales, uso
desmedido de los recursos, mala planeación a corto y mediano plazo, inactividad
en por lo menos un 90 por ciento de los comités municipales, oficinas cerradas,
divorcio con la credibilidad social y un terrible desprestigio.
Lo que concierne a la segunda interrogación
es tema de la psicología priista (fijación enfermiza por la mala fama, amor por
el poder, la corrupción y la impunidad) y de mediciones sadomasoquistas
(estándares del placer por proporcionar y recibir golpes, represiones, abusos
de poder, humillaciones), es decir, al tiempo que el priismo chiapaneco se
obstine en mantener a Roberto Albores en la presidencia, está predisponiéndose
a pagar con más elecciones pérdidas.
@_mariocaballero
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