México, D.F.,
6 de junio de 2013.
Muchas gracias
respetadas amigas, amigos;
Querido doctor
Elías Huerta Psihas, presidente de la Asociación Nacional de Doctores en
Derecho;
Muy respetadadoctora
María Leoba Castañeda, directora de la Facultad de Derecho de nuestra alma
mater;
Señoras, señores
doctores;
Muy queridos
amigos todos, ahora y para fortuna mía, compañeros;
El derecho es a
la política lo que la vereda al caminante.
Como el sendero
que guía a las personas el derecho orienta a los pueblos, aportándoles
seguridad.
La justicia
brinda armonía a la convivencia humana y en su destino la sociedad alcanzará la
paz.
Así pues, el
derecho y sus fines: seguridad, justicia y paz, son los propósitos de la acción
colectiva, es decir, de la política y por lo tanto de la función de gobernar.
“Gobernar es
pactar”, dijo Gustave Le Bon.
Pactar no es
ceder, es convenir libremente en algo y obligarse a su observancia. Ese
espíritu de convenir exige un talante incluyente, es decir, el deseo de
procurar la participación de todos.
Ese es
justamente el espíritu de quien ejerce la tarea de gobernar desde el Ejecutivo
Federal. Es concretamente el ejercicio de la presidencia democrática. Esta
presidencia democrática consiste en reconocer, según Luis F. Aguilar, que un
gobierno no podrá ser exitoso a menos que gobierne en asociación, cooperación,
coautoría y corresponsabilidad con las organizaciones políticas, sociales,
económicas, profesionales, laborales e intelectuales del país.
La presidencia
democrática es posible donde existe una sociedad madura, crítica, participativa,
con partidos políticos responsables; tales son precisamente los elementos que
prevalecen en este nuevo tiempo mexicano.
Esos elementos,
combinados con la actitud y la aptitud para la política del Presidente Enrique
Peña Nieto, son los que han permitido la firma del Pacto por México.
El Pacto tiene
muchas de las características de los grandes acuerdos políticos de la
democracia en el mundo. Está alcanzando la talla de acontecimiento histórico.
Tres, en las últimas cuatro décadas, han sido los grandes acuerdos políticos en
el mundo.
El Pacto de la
Moncloa en España, pues en 1977 se renovó la condición laboral de los obreros,
se eliminaron restricciones a las libertades de prensa y el acceso a la
información, se aprobaron los derechos de reunión, de asociación política y
muchos más, con los que se crearon las condiciones para expedir la Constitución
de 1978.
En 1985 se
suscribió el Acuerdo Nacional para la Transición a la Democracia Plena en
Chile, se terminaron los estados de excepción, se dio paso al reconocimiento
legal de los partidos, se aprobó la ley electoral democrática y el término del
exilio.
En 1991se dio la
Convención Nacional por una Sudáfrica Democrática, la democracia no racial de
partidos, tres ámbitos de gobierno, la separación de poderes, y una carta de
derechos allanaron el camino para emprender conversaciones, que resultaron en
las elecciones democráticas de 1994.
En resumen,
estos tres pactos históricos jugaron un papel fundamental en esos países y en
el mundo, y son hitos en la historia de la democracia.
Los tres
modificaron el perfil de naciones enteras, y son ahora motivo de orgullo
nacional en sus países. Fueron momentos de ruptura con el pasado y precedentes
de nuevas condiciones políticas. Los tres dejaron un legado inmortal.
Pero aquí y
ahora, el Pacto por México puede alcanzar una dimensión histórica.
El Pacto por
México que permite ir de la política al derecho.
Su propósito es
hacer de la nuestra una democracia eficaz, una sociedad de derechos plenos para
todos.
El Pacto por
México es una decisión política que se despliega, echando mano del derecho: política
y derecho al servicio de México.
El Pacto
obviamente no tiene deducibilidad jurídica, pero está cobrando poder: el poder
de los buenos resultados.
En este episodio
histórico de nuestro país el derecho es, en la práctica, lo que está aportando
validez y eficacia a las decisiones políticas plasmadas en el Pacto.
Es importante
señalar que el Pacto es sencillamente una instancia de concertación; no es una
persona jurídica y menos una autoridad. Esto significa que no sustituye, no
pretende reemplazar y menos competir con poder constituido alguno o con
institución cualquiera.
El Pacto no ha
creado burocracia ni generado capítulo en el gasto público.
El Pacto es un
acuerdo basado en el poder de la palabra; quizás sea, según algunos, su
debilidad, pero ésta es también su fuerza: la hombría de bien y el patriotismo
de los suscriptores.
Vamos en el
Pacto de la fuerza de la razón al poder de la ley; siendo benéficos sus
propósitos y habiendo sido sólidamente formuladas las iniciativas de reforma
constitucional en materia educativa y después de telecomunicaciones y
competencia económica, fueron enriquecidas -como debía ser- en ambas Cámaras
del Congreso de la Unión, y merecieron en su tiempo la aprobación del poder
revisión de la Constitución.
Estos resultados
emblemáticos del Pacto han pasado de la fuerza de la razón política al poder de
la norma jurídica vigente.
En ese sentido
el Pacto por México es útil, antes que para nadie, para el Poder Legislativo,
de integración plural y colegiada, pues recoge de la sociedad y de importantes
sectores organizados inquietudes, planteamientos y expectativas que han sido
formulados en ocasiones desde hace décadas; los ha analizado, los ha
consensuado y se han plasmado en documentos que pone a consideración del
legislador.
Así, ha quedado
acreditado: aunque perfectibles, todos los resultados han obtenido beneplácito -en
términos generales- de especialistas, pero más importantemente de los
ciudadanos.
En el Pacto por
México confluyen la política y el derecho, y se hacen una sola fuerza
transformadora de nuestra realidad.
Mucho más que
cambiar, como si se tratara de una cosa, y mucho más que evolucionar, como si
sólo se tratara de un ser vivo, México se está transformando a consecuencia de
una decisión fundamental: nuestra aspiración de alcanzar mejores condiciones de
vida para todos.
Por ser un fiel
creyente de la eficacia, del derecho y la política, me he tomado la libertad de
compartir con ustedes esta disquisición. Frente a este selecto grupo de
profesionales del Derecho, que ha obtenido por su afán y su compromiso el grado
de doctor, y que le han dado rumbo y densidad a muchos planteamientos jurídicos
en pos de la justicia.
Por eso, esta
mañana les expreso mi emocionada gratitud por su generosa recepción a la
Asociación Nacional de Doctores en Derecho.
Ser uno de
ustedes no es tomado por mí exactamente como una distinción, sino como la
asunción de una gran responsabilidad.
Donde quiere que
esté, con responsabilidad pública o sin ella, me esmeraré por honrar la
condición de ser un abogado -más allá de expresiones académicas- un abogado
comprometido con el Derecho, pero mucho más que eso, comprometido con la justicia.
Yo quiero darle
las gracias de manera fraterna a Elías Huerta Psihas, por haber impulsado la
posibilidad de que un servidor se incorporara a esta prestigiada Asociación.
Me consta su
esfuerzo, su trabajo, su condición integradora del gremio, y su trabajo
incansable por hacer que los planteamientos de la Asociación, y de los abogados
en general, cobren vigencia en leyes, en normas que puedan ser el precedente de
derechos, de oportunidades tangibles para todos los mexicanos.
Les expreso un
abrazo fraterno cargado de gratitud y de compromiso.
Y terminó
diciéndoles: los mexicanos de nuestra generación, y subrayadamente de nuestro
gremio, tenemos un compromiso con el futuro, pero el futuro empieza hoy: el
llamado a que juntos transformemos a México.
Gracias otra
vez.
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