DESASTRES NATURALES SE ENSAÑAN OTRA VEZ CON LOS MÁS
POBRES, LOS INDIGENAS Y CAMPESINOS DE MÉXICO
•Nuestra
nación es sumamente propensa a esos desastres por estar situada en el llamado Cinturón
de Fuego del planeta
•Los
campesinos mexicanos también son víctimas inermes de recurrentes desastres
naturales
Una vez más, y esto es fenómeno de cada
año, la tragedia llegó a México, sólo que en esta ocasión con doble golpe:
terremoto sin precedente y los efectos de huracanes cada vez con mayor poderío
para destruir vidas y obras como sucedió en el sureste mexicano. Los fenómenos
naturales dejaron decenas de muertos y millones de damnificados, la mayoría
indígenas y campesinos de Chiapas, Oaxaca Veracruz y Guerrero, además de otras
cinco entidades con daños menores.
Se repiten también las escenas de
funcionarios enviados a lamentar los hechos, las promesas presidenciales de que
no se lucrará con la ayuda que solidariamente la población nacional envía –lo
que se hace por políticos del PRI y el PAN-- y las órdenes de restablecer de
inmediato lo caído, cuando aún no se reparan los saldos de anteriores desastres
naturales.
Voces del pueblo hablan de la venganza de
nuestra Madre Tierra, los científicos le llaman efectos del cambio climático,
en tanto que empresarios metidos a la política, como el presidente Donald
Trump, niegan lo evidente aunque zonas sureñas de los Estados Unidos sean parte de
las víctimas dejadas por Irma, el huracán más poderoso que se haya presentado
en los años recientes. Lo cierto es que se vaticinan más tempestades tropicales
e invernales, avenidas de agua; deslizamientos de tierras, sequías y fundición
de glaciares, entre otros, con graves efectos sociales como migraciones,
conflictos bélicos, falta de adaptación de las nuevas generaciones a la cambiante
realidad, pérdidas del hogar, de familiares y, en muchas ocasiones, del poco
bienestar que se disfrutaba.
Lo preocupante es que de nada ha servido
que cada vez con más frecuencia y mayor intensidad, México y su población más pobre
sea geografía de un escenario dramático que se puede evitar o por lo menos
disminuir los daños a que se expone, aunque se crea que con los sismos resulte
imposible porque no se pueden predecir. Pero sí se puede y debe recurrir a la
prevención, como sucede en otras partes. Además de que se convierte en
sospechoso que en esta ocasión, la del jueves a la media noche, con el terremoto se hayan venido abajo
estructuras hospitalarias y escolares, pues es de conocida la corrupción que
impera en el país y en las obras construidas por el gobierno; el más claro ejemplo
se encuentra con el socavón de Cuernavaca.
Y sí, desde hace años se promueven
acciones de protección civil en el campo que no son tomadas en cuenta por los
gobiernos en turno. Recordamos que Luis Antonio Ramírez Pineda, en su calidad
de diputado federal, propuso desde 2003 una iniciativa para adicionar al
artículo 27 Constitucional una fracción XXI con tal fin, porque –son actuales
sus argumentos— la crisis que hoy vive el agro mexicano no es
producto sólo de ausencia de políticas, de programas cortos de visión o de los
severos rezagos que lo ponen en inferioridad de condiciones frente a
competidores externos tecnológicamente más dotados, financieramente mejor
provistos y subsidiados por sus gobiernos.
Los campesinos mexicanos también son víctimas inermes de
recurrentes desastres naturales. México es una nación donde cierto tipo de
fenómenos naturales, como las sequías prolongadas, las severas inundaciones,
los sismos de magnitud variable o las erupciones volcánicas, ocurren con
frecuencia. Hoy mismo, las tormentas tropicales o los huracanes vienen dejando
una secuela de desbordamientos e inundaciones que afectan prácticamente todo el
país, destruyendo cosechas, viviendas e instalaciones, que afectan a miles de
productores, en especial a los más pobres y desvalidos, ante la impreparación o
las débiles acciones gubernamentales para evitar o resarcir los cuantiosos
daños causados por esos flagelos.
Si ahora tocó a los estados mencionados arriba, no hay que olvidar
que antes han pasado por lo mismo –inundaciones-- Jalisco, Guanajuato,
Querétaro y Michoacán, Quintana Roo, Baja California y Nayarit. Empero, la
amenaza pende permanentemente sobre todo el territorio nacional sin que exista
una verdadera política de protección y una cultura de la prevención de
desastres ambientales. Nuestra nación es sumamente propensa a esos desastres
por estar situada en el llamado Cinturón de Fuego del planeta,
una zona donde ocurre 80 por ciento de la actividad sísmica y volcánica a
escala mundial. Se encuentra también dentro de cuatro de las seis regiones
generadoras de ciclones en el mundo. Además, es muy probable que ahora mismo
estemos presenciando un incremento de esa vulnerabilidad, dados los estudios
que advierten sobre el riesgo de mayor incidencia de fenómenos naturales
extremos.
Un breve recuento de los grandes desastres ocurridos en los
últimos años permite tomar conciencia de la alta siniestralidad a que está
expuesto nuestro país, especialmente las zonas agrícolas, en las que vive la
cuarta parte de la población nacional. Por ejemplo, el sismo que sacudió la
Ciudad de México en 1985, el huracán Gilberto en 1998, el
huracán Paulina en 1999, las inundaciones en Veracruz en 1999,
los efectos del huracán Keith en 2000. Cálculos extraoficiales
rebasan las 20 mil muertes en los últimos 15 años y cerca de 25 mil millones de
dólares las pérdidas económicas.
En su momento, Luis Antonio Ramírez Pineda explicó que son
ciertamente fenómenos y cambios climáticos que tienen múltiples causas, pero
hay claros indicios de que responden en gran medida a la acción depredadora y
contaminante del hombre. Muchos de esos fenómenos son sin duda producto del
saqueo impune e incontenible de nuestros bosques, de la producción industrial
irresponsable, del desgaste de los recursos naturales y del inadecuado manejo
de los suelos. Sin embargo, cual sea el origen de esos cambios, importan la
lección y el mandato que traen implícitos. Para el ahora legislador en el
Congreso de Oaxaca, hay una estrecha relación existente entre los desastres
naturales, la pobreza y el mal uso del ambiente, así como con la
sobreexplotación de los recursos naturales en superficies de alta fragilidad
ecológica, la subutilización de recursos potenciales, la laxitud de las medidas
de control ambiental -con saldos negativos para los grupos sociales más
vulnerables-, el incremento de la infraestructura urbana en las zonas de alto
riesgo y el deterioro de la salud ambiental.
La lección que surge de esas amargas experiencias es la necesidad
de prepararnos mejor para enfrentar esos fenómenos, una lección que nos hace
comprender hasta qué punto, sobre todo en las zonas de mayor pobreza, la vida y
la economía precarias hacen necesarios y urgentes programas, recursos y
políticas de planeación para atender apropiadamente la emergencia y resarcir de
manera digna los estragos económicos que sufre la población más necesitada. Porque,
ciertamente, en la mayoría de los casos la constante ha sido la limitación de
los recursos institucionales, materiales y financieros, pero también la débil
organización y la falta de capacitación de los recursos humanos para atender de
manera debida la complejidad de los problemas que acarrean en todas las áreas
físicas y humanas esos fenómenos.
Es cierto, sostiene el diputado Luis Antonio Ramírez Pineda, que
ya contamos con instituciones y programas de protección civil, que cada día son
más eficaces y que prácticamente se extienden ya a todas las entidades de la
República. Solo que los alcances de esas acciones son en su mayoría urbanos y,
como hemos visto, la población campesina es la que está sufriendo, inerme, las
consecuencias de esa tragedia, por su pobreza, su falta de preparación y su lejanía
con las instituciones públicas.
Se debe insistir: en el campo los fenómenos naturales se vienen
dando con mayor frecuencia e intensidad, y prevalecen la incomunicación, el
aislamiento y la extrema pobreza de la población y de las instituciones. Ya es
tiempo de abandonar los discursos y de que, con la falta de políticas públicas
al respecto, se deje de lucrar con las tragedias de los pobres.
DESDE EL CENTRO
Tristeza por la muerte del amigo Juan Arizmendi Hernández,
duranguense, condolencias a familiares y a los campesinos con los que siempre
trabajó… El Frente Indígena y Campesino decidió hacer llegar
directamente alimentos y demás a los damnificados, porque se desconfía de las
instituciones federales y estatales pues seguro se quedarán con los víveres
para usarlos en las elecciones de 2018 a cambio de votos, como tradicionalmente
lo han hecho con cada oportunidad que se les presenta… El Gobierno Federal
junto con el de Oaxaca anunciaron miles de despensas que serán entregados a los
afectados, ojalá no sea a cambio de la credencial de elector…En Veracruz se detectó
al gobernador Yunes de lucrar políticamente con la tragedia en su entidad… El
canciller Luis Videgaray sostuvo un encuentro con los Dreamers y confió en que el Congreso de EE.UU. ofrezca una solución
jurídica a estos jóvenes, a quienes el gobierno dijo que recibirá con los
brazos abiertos, pero ¿está preparado para tal cosa? Todavía no puede con los
deportados…
Guillermo Correa Bárcenas
044 55 31 90 09 82
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